dilluns, de juny 29, 2009

Crisis y liderazgo (y 2)

Las crisis ponen a prueba a las personas y a las organizaciones. Es un tópico, pero que no puede estar más cargo de razón. Actuar con el viento a favor y cuando todo viene de cara es lo más fácil en esta vida. Pero la talla se da cuando las cosas vienen en contra. Ahí se demuestra cómo es realmente uno. La presente crisis demuestra este aserto sin ningún género de dudas.

Es casi demasiado sencillo recurrir a Obama para explicarlo. Pero algo no se le puede negar al presidente de Estados Unidos: sólo el tiempo dirá si sus medidas económicas tendrán éxito o no, pero hasta la fecha es un ejemplo de como la autoridad puede usarse para ir a la yugular de los problemas.

No nos engañemos sobre un extremo. Como todo político occidental, Obama también ha echado mano de acciones difusas y a muy largo plazo, de esas que aquí hemos calificado a veces de “política bonita”, que no sirven para nada más que para dar la impresión de que se está haciendo algo. Pero también ha tomado decisiones mucho menos fáciles para poner orden a la economía. Ni siquiera el eventual fracaso de tales decisiones podrá desmentir que al menos se estuvo para lo que se tenía que estar.

Hasta la oposición apoya, en ocasiones, las medidas más delicadas. No siempre, claro, ya que una buena parte de la derecha norteamericana sigue encerrada en la idea de que su política económica era el colmo de la bondad. Sin embargo, como mínimo en esa oposición quedan algunas personas responsables. No muchas y no siempre por motivos puros, sino porque su electorado les pide marcha. En todo caso, la relativa independencia de los electos de sus propios partidos aún resulta algo de agradecer.

¿Alguien quiere tomarse la molestia de comparar todo esto con lo que está ocurriendo en España? Ni gobierno ni oposición resisten la comparación. La insuficiencia de liderazgo afecta a todos por igual y de ahí que transmitan la impresión, no del todo desencaminada, de que se preocupan más por buscarse los flancos que por tomar la iniciativa para atajar unas de las peores cifras económicas de la historia.

El PSOE y Zapatero siguen contando votos a diario para salir adelante como sea, quemadas sus naves parlamentarias tras haber abusado demasiado de las promesas incumplidas. Más que parálisis se trata de una falta de rumbo que ha acabado contagiando la acción del Gobierno (o puede que el camino haya sido al revés). Nadie puede negar que se han tomado muchas medidas y que la mayor parte son correctas (al menos son posibles), pero también está quedando la sensación de que son insuficientes y no tan bondadosas como parecía.

La obsesión de Zapatero por no mojarse en según qué sentidos completa el cuadro. La contradicción es sangrante: su actuación es cada día más presidencialista, al punto de haber convertido el Gobierno en poco menos que una gestoría que no le lleva nunca la contraria, pero va perdiendo por momentos la iniciativa y transfiriendo las decisiones más comprometidas a grupos de “expertos” o a los agentes socioeconómicos. Y al final ocurre lo que ocurre: poner tanto empeño en pasar a la historia como una buena persona acaba conduciendo a la inacción.

Pero tampoco la oposición se ha mostrado dispuesta a asumir la cuota de responsablidad que le corresponde, en particular ante una situación tan grave. El Partido Popular ha optado por la catástrofe, en parte para alimentar sus esperanzas de volver al poder, en parte para cubrir sus actuales penas internas. El discurso de debacle se nutre, además, de la reiteración ad nauseam de lo bien que lo hicieron cuando gobernaron.

Y no es lo que lo hicieran completamente mal (el ciclo económico les ayudó mucho, también hay que decirlo). Pero ese mantra que entonan contínuamente no oculta dos cosas. La primera, que la situación de hoy es muy diferente a la de 1996, aunque puedan existir algunas similitudes entre ambas. La segunda, que esas recetas que se vendieron como fórmulas magistrales, y fueron relativamente eficaces a corto plazo, son las principales culpables de la actual crisis.

No se trata de cebarse más en la oposición que en el Gobierno (a quien, por definición, siempre corresponde mayor responsabilidad), pero sí de recordar que la confianza en que el mercado lo arreglaba todo nos ha llevado a la actual situación. Es más, la derecha mundial prefirió convertirse en una derecha visionaria cuya misión era salvar el mundo y por los resquicios de ese mesianismo los sinvergüenzas de siempre hicieron su agosto.

Poco puede añadirse a la actuación del resto de fuerzas políticas españolas. Sólo la debilidad parlamentaria del Gobierno confiere protagonismo a líderes sepultados por un bipartidismo aplastante. Se trata de necesidad y no de virtud. En todo caso, también cabe preguntarse qué uso hacen de ese protagonismo sobrevenido. Unos ponen precio a su colaboración y otros estiran el cuello cuanto pueden para que una foto en plan Robin Hood les consuele de sus penurias.

dissabte, de juny 27, 2009

Crisis y liderazgo (1)

Ya no quedan estadistas como antes. Lo habrán oído frecuentemente. Y es verdad. El desierto es tal que personajes como Felipe González o Jordi Pujol son elevados a la categoría de titanes, cuando como políticos no lo hicieron tan mal, pero tampoco tan bien, sobre todo por los numerosos claroscuros de su trayectoria. Sin embargo, la presente crisis pone de manifiesto una alarmante falta de liderazgo de los actuales políticos españoles y una constatación dolorosa: hay cosas que con González o con Pujol, sólo por citar los mismos ejemplos, no pasarían.

Desde que la crisis comenzó a insinuarse con claridad, pronto hará dos años, los dos principales partidos españoles han estado buscándose las respectivas yugulares, sin aportar propuestas o soluciones dignas de tal nombre. Ha sido como un combate de boxeo en el que los contendientes hubieran renunciado al KO y fueran atizándose en los flancos, sin prisa pero sin pausa, en espera de alzarse con una victoria por puntos.

Lógicamente, cabe preguntarse de qué tipo de victoria se trata. ¿La de un tanto por ciento en los despojos de participación que deja la abstención? ¿La de los escaños conseguidos pese a todo, en virtud de una ley electoral en extremo generosa con quien no se lo merece? Puede que no se trate de eso, pero da precisamente esa impresión y la reciente campaña europea no demuestra otra cosa. Cuando los partidos priorizan medirse entre ellos y no contra la realidad, no cabe hacerse ilusión alguna.

La pregunta subsiguiente es si les interesa realmente dar solución a los problemas, como se supone que corresponde a los partidos políticos. Pero lo visto confirma que estamos ante meros profesionales del poder, desconectados de la sociedad a la que dicen servir. Cuando se llega a estos extremos, la política pierde el sentido que la hace imprescindible en nuestras vidas. Pero dado que los partidos siguen ahí, disfrutando de las prebendas que la política les otorga, resulta difícil que interiorizen otra cosa que su necesidad de conservar el poder o conseguirlo. Ambas cosas a cualquier precio.

En otra entrada completaremos este comentario, analizando el papel que Gobierno y oposición están jugando en esta crisis. Porque aunque uno pueda tener más obligación que otro, su nivel de lucimiento es muy parecido (por la franja baja).

dissabte, de juny 13, 2009

Internet 2.0 i les boles de neu

Com que estic embarcat en moltes guerres digitals (Internet és un dels meus escassos vicis), em pregunten sovint què té això de la xarxa que estira tant. I també què tenen els blocs i altres eines que anomenem xarxes socials, o Internet 2.0, que no tingui, ja no el paper escrit, sinó la web clàssica dels darrers quinze d’anys.

Per entendre-ho els recomano que visitin el bloc http://exalumnes-lamerce-tortosa.blogspot.com. És el bloc dels exalumnes del col·legi La Mercè de Tortosa. En poc més d’un any ha tingut més de 300.000 visites i ha arribat a aplegar més de 80 autors. Ha estat un fenomen digital que ha sorprès tothom, si considerem la relativa poca base original.

Saben quina és el secret de tot plegat? Doncs simplement que una cosa així pugui fer-se. És a dir, que pugui fer-se sense cap cost i d’una forma tan senzilla que desenes de persones analfabetes digitals han entrat de cap a Internet gràcies a un lloc a la xarxa que els motivava a participar.

Sovint es diu que a Internet les boles de neu es fan grosses fàcilment. És veritat, però les boles de neu sempre s’han fet grosses quan han rodat muntanya avall. L’autèntica novetat és que donar-li la primera puntada de peu a la neu està a l’abast de qualsevol de nosaltres.

Blocs i altres xarxes 2.0 signifiquen tenir un camp on podem relacionar-nos i compartir coneixement, sense passar pels viaductes tradicionals de la informació. El coneixement ja no es distribueix necessàriament en vertical, sinó que pot fer-ho en horitzontal. No sempre s’aconsegueixen resultats com els citats abans, però si no és més, com a mímin és millor.


Article publicat al Diari de Tarragona (13-6-2009)

dimecres, de juny 10, 2009

Porqué la izquierda europea se ha dado un tortazo

Como no diríamos nada nuevo si analizáramos el resultado de las elecciones europeas en España, preferimos comentar el batacazo general de la izquierda europea. Parece un contrasentido que la derecha, teórica responsable de la actual crisis, haya poco menos que arrasado en todas partes. Pero existen buenas razones que explican esta curiosa paradoja electoral.

Crisis de derechas, soluciones de izquierdas. Así rezaba el lema de un partido político catalán. El criterio sobre la segunda parte del enunciado queda a criterio individual. El diagnóstico contenido en la primera parte, pese a su reduccionismo, podría ser suscrito por una inmensa mayoría, y sin equivocarse demasiado. ¿Son masoquistas entonces los electores que han confíado la situación a quienes la han creado?

No se trata de entrar en las costumbres privadas de los votantes, sino de intentar analizar las razones de una opción electoral cuando menos sorprendente. Digamos, de entrada, que los cuatro tópicos a los que podríamos recurrir son esencialmente ciertos. Sí, la izquierda se ha dejado robar históricamente el discurso de la eficacia. Sí, el pánico desata los instintos más conservadores. Sí, la gente no sabe lo que quiere o no sabe dónde se mete. Sí, hasta hay cierta justicia poética en reclamar que el que meta la pata, que la saque.

¿Pero bastan estos tópicos para explicar lo ocurrido? No. Tampoco basta con decir que los electores han preferido las recetas económicas conservadoras y/o liberales ante el único recurso al endeudamiento público propuesto por las izquierdas. No, hay algo más, relacionado con la identificación de la culpa.

Es muy fácil echarle la culpa a Bush (o al resto de jubilados políticos que caricaturizó en sus carteles otro partido catalán) y olvidar que la socialdemocracia europea se dejó llevar por los aires neoliberales que le llegaban del otro lado del Atlántico. Que se dejó seducir en la misma medida por la ficción económica de los últimos años, Y que se consoló pensando que aquella riqueza creaba bienestar para todo el mundo.

La socialdemocracia se ocupa del trabajo sucio del capitalismo. Es una máxima con siglo y medio de historia, de cuando se produjeron las primeras escisiones en el movimiento marxista, pero que ahora resulta tener una sorprendente actualidad. Los electores no han castigado a la izquierda porque piensen que no sirve para remontar la crisis, sino porque en Europa, por poco que se hurgue, uno también se da cuenta de quien le ha llevado al huerto, por muy buenas palabras que se usaran para llevárselo.

dilluns, de juny 01, 2009

Europa no conecta (2)


Decíamos la semana pasada que si Europa no conecta es, en parte, porque los profesionales del tema no ponen mayor interés en que conecte. ¿Aserto aventurado o excesivo? Basta con ver la campaña electoral que están haciendo para darse cuenta de que nos quedábamos cortos.

Poco más podemos decir sobre lo interesados que están en encontrar algún remedio a la abstención. Sólo cabe añadir que mientras sigan obteniendo un determinado porcentaje (que les asegure lógicamente unos escaños y los privilegios e ingresos que conllevan), poco les importará que el tanto por ciento sea en relación a un despojo.

Sin embargo, la cuestión que ahora planteamos es si realmente les interesa Europa. No duden que si escuchan a los candidatos y a sus partidos, se trata de su principal prioridad universal. Pero en estos asuntos, es más importante fijarse en los actos que en las palabras. Sólo así puede valorarse apropiadamente si lo que nos dicen está fundamentado en algo tangible.

¿Europa, dicen? Claro, algo hay que decir de ello para disimular. Pero las intenciones de unos y otros quedan claras cuando se comprueban sus auténticas intenciones. Para unos se trata de ganarlas con el fin de quemar un poco más a Zapatero. Los otros, en consecuencia, apelan al manido miedo a la derecha (que hasta la fecha les ha funcionado bastante bien). No es que Zapatero esté ya calcinado en buena medida o que la derecha no sea de temer. Es que no puede quedar más claro que Europa es una mera circunstancia para continuar tirándose los trastos a la cabeza.

Y así seguirán, ya que fomentar un enfrentamiento bipartidista, que deje fuera todo lo posible a los partidos pequeños, les sale muy a cuenta. El teatro de la política tiene a veces estas floridas derivadas.

No crean que ayuda mucho que el Parlamento Europeo sea un cementerio de elefantes al que enviar, a título de jubilación dorada, a todo tipo de dirigentes políticos y excargos oficiales con los que existe algún compromiso de recolocar. No pocas veces un cese o una renovación se aliña con el recurso a ese varadero de lujo. La gente no es tonta y se da perfecta cuenta de ello. Luego, algunos se avergüenzan de su propia candidatura y tiran de normativa (que oportunamente aprobaron ellos mismo) para hacer listas a medida según la comunidad autónoma. Suerte que la circunscripción era única en estos comicios.

Pero aparte de lo mal que se lo montan los partidos, hay deficiencias estructurales en las instituciones europeas que también explican su escasa conexión con los votantes. Cuando aquí hablamos de segundas vueltas y otras fórmulas para asegurar que gobierne quien gana, al votar para Europa seguimos sin saber para qué votamos exactamente. No basta con decir que elegimos a unos diputados. La cuestión sigue siendo quien elige a quienes dirigen el cotarro, que no son ni siquiera esos diputados que nos dejan elegir.

En cuestiones europeas se habrán transferido muchas competencias por parte de los Estados, pero éstos se niegan a soltar la sartén que tienen por el mango. Las decisiones últimas las toman entre ellos, a veces en encuentros informales que se asemejan a unas vacaciones. Es normal que los electores pensemos que nuestro voto europeo no sirve para nada, ya que las cosas serias de verdad las deciden nuestros propios gobernantes, a los que elegimos en otros comicios. No es que las elecciones nacionales permitan tirar cohetes sobre la abstención, pero su diferencial de participación con las de este domingo es autoexplicativo.