dimarts, de desembre 14, 2010

El mundo al revés

Un estado de alarma es una circunstancia excepcional, sí. Como mínimo por los extremos de mundo al revés que propicia. La charlotada de los controladores aéreos reclamando que se les aplique la legislación militar, tras llorar a moco tendido en los telediarios porque se les obligaba a trabajar manu militari, es un buen ejemplo de ello.

Al final, uno no sabe qué intentan exactamente los controladores, sus representantes y los abogados que los defienden. Da la impresión de que buscar enmarañar los aspectos legales y así intentar eludir responsabilidades. Si no es así, lo mínimo que cabe decir es que muy normales algunas cosas no son.

Veamos como son estas cosas que no parecen normales. Los controladores rechazan su militarización, como cabe deducirse no de sus lágrimas ante las cámaras ("nos obligan a trabajar a punta de pistola", ¿se acuerdan?), como de los recursos que han presentado en los tribunales contra dicha medida.

Pero a la vez, cuando les han llamado a declarar los fiscales, se han negado a hablar argumentado que están sujetos a la jurisdicción militar, ¿Hablarían allí, en el juzgado militar que les citara? En un mundo que no estuviera al revés, habría que concluir que sí. Pero no estamos ante sucesos normales. Muy posiblemente, ante el juez togado argumentarían que su jurisdicción estaba pendiente de resolución de los recursos contra el estado de alarma.

En definitiva, elusión total y radical de responsabilidades. En el mejor de los casos, ganar tiempo para que los ánimos se serenen y el Gobierno afloje. ¿Se trata de una forma de "fugir d'estudi", como se dice en catalán? ¿O más bien de que a algunos les ha entrado el miedo en el cuerpo?

No puede descartarse que los controladores sigan a su bola, intentando plantar cara contra viento y marea, confiando ganar el envite, a partir del hecho de que al Gobierno tal vez se le fue la mano en la excepcionalidad de las medidas. Podría ser y el supuesto se ampararía en la aparente "chulería" que parece estar en eso de querer ir al juzgado militar.

Pero el argumento del miedo no es despreciable. Tras muchos plantes que les salieron bien, se han encontrado con un Gobierno que, por meros motivos populistas, también hay que decirlo, está dispuesto a meter a unos cuantos controladores en la cárcel o, cuando menos, a despedir a unas docenas de ellos. Sin duda, algunos temen que Zapatero y Blanco quieran hacer un auténtico escarmiento que no se limite a hacerles trabajar a punta de pistola, por llamarlo con su forma de decirlo.

Pero en ese caso, hay que recordar a los controladores que hasta la fecha habían tenido la gran suerte de que no les cayera nunca encima la normativa que afecta a su profesión y a la seguridad del tráfico aéreo en general. Y cuando de cuestiones de suerte se trata, ésta acaba por perderse. ¿El enésimo plante les ha salido mal? Pues que mala suerte.

Mala suerte, porque si hubieran convocado una huelga siguiendo las reglas, habrían causado el mismo perjuicio a la sociedad, pero ésta debería haberse aguantado. Recurriendo a ciertas glándulas masculinas, se situaron fuera de la ley. Pues lo dicho: mala suerte y que pase lo que tenga que pasar. Muchos habríamos perdido el empleo si hubiéramos tensado la cuerda una irrisoria fracción de lo que la han tensado los controladores. Además, muchos no tenemos esos sueldos astronómicos, pero en lugar de ello, tenemos también grandes responsabilidades, sin ni siquiera un asomo del mismo poder.

La lección que deberían sacar los controladores del embrollo en el que se han metido es que su trabajo no implica únicamente responsabilidad expresada en singular, sino también responsabilidades, así en plural. Ponemos nuestra vida en sus manos y por eso son recompensados muy generosamente. Pero ello no les da derecho a situarse por encima de nosotros.

Desgraciadamente, los tejemanejes judiciales en que se están embarcando sugieren que no van a aprender lección alguna. Y que van a aguantarle el tipo al Gobierno, tan pronto como esté quede imposibilitado para usar las medidas de excepción con que atajó el motín del puente. El estado de alarma no puede prorrogarse eternamente, aunque normavitamente sea posible siempre que el Congreso lo avale, porque ese no es el estado natural de las cosas en una democracia. Por lo tanto, cabe esperar lo peor, tanto a corto como a medio plazo.

Otra cosa será si la justicia, mientras tanto, hace su trabajo. Si hay delito, que lo paguen. A fin de cuentas, la esencia preventiva del Derecho penal se fundamenta en una amenaza implícita que damos por buena: hay cosas que no están prohibidas, pero hacerlas implica un señor castigo. Que así sea.

dissabte, de desembre 11, 2010

Un acto de autoridad elogiable

El Gobierno cortó por lo sano el enésimo chantaje de los controladores aéreos. Sí, chantaje, y no cabe calificarlo de otra forma. Desde ese punto de vista, que justificaremos a continuación, el acto de autoridad es elogiable. Otra cosa es que el recurso empleado deje un amargo sabor de boca, que no es de extrañar cuando además lo de los controladores es también una cruzada con la que el Gobierno distrae la atención.

Hay quien critica el recurso al estado de alarma para solventar, evidentemente a la brava, un pretendido conflicto laboral. Pero lo del primer día del puente no fue una huelga. Fue una simple prueba de fuerza, un chantaje por parte de un colectivo profesional que ha impuesto sus condiciones, y hasta diríamos su propia ley, a usuarios, empresas y administraciones.

El parte de guerra del puente habla por sí solo. La economía no está para aguantar pérdidas millonarias, pero menos todavía si dichas pérdidas no tienen su origen en un desastre natural, un accidente o un hecho fortuito, sino en el capricho de un pequeño colectivo que tiene la sartén por el mango, sin que se sepa con precisión cual era su queja.

Al parecer, se trataba de un decreto sobre horarios y jornadas. Pero desengañémonos, se trata de una mera dinámica de poder. Durante años, los controladores han puesto de rodillas a un gobierno tras otro para mantener una serie de privilegios que repugnan a la inteligencia, a la moral y al buen gusto.

Entendemos que la tarea de los controladores implica una enorme responsabilidad. Y ello da a este colectivo un gran poder. Desgraciadamente, el equilibrio entre responsabilidad y poder se ha roto siempre en favor de este último, y en su peor versión posible. Por poner un ejemplo que ilustre esta última reflexión, no es de recibo que unos profesionales se quejen de su carga de trabajo, apelando a motivos de seguridad, y que a la vez bloqueen la ampliación de plantillas, porque, como es normal, perderían las horas extraordinarias que tan jugosamente complementan sus ya elevados estipendios. Este milagro sobre el acceso a la profesión de controlador, por cierto, se obra gracias a una normativa que arrancaron de gobiernos anteriores, por procedimientos similares a los de este puente.

Por eso mismo, no cabe criticar al Gobierno por haber firmado un decreto sobre los controladores en vísperas del puente. Puede que hubiera imprevisión, es verdad. Pero más bien creemos que el Gobierno forzó las cosas para dar un puñetazo encima de la mesa. Sin embargo, razonar de esta forma es tanto como negar la mayor. La presión de una minoría (2.000 personas en un Estado que camina hacia los 50 millones de habitantes) no puede condicionar la acción gubernamental. Lo contrario es aceptar la mayor, la premisa de un chantaje prefigurado con todas las letras.

Es más, una huelga necesita de unos requisitos mínimos para ser considerada como tal. Incluso la esmirriada normativa que regula el derecho de huelga en España (una antigualla preconstitucional) establece unos ciertos procedimientos. Lo del primer día del puente fue otra cosa. Simplemente, los controladores se largaron, alegando una especie de epidemia que afectó a torres de control esparcidas por toda la geografía y separadas por centenares de kilómetros.

Y lo que son las cosas. La militarización como instrumento terapéutico. La posibilidad real de acabar en la cárcel, o como mínimo de pasar por el trago de una detención y una puesta a disposición de juzgados militares, tuvo efectos de curación milagrosa. No sólo fue la prueba del nueve de lo que ocurría en realidad (las enfermedades eran imaginarias y sería del caso que los médicos que firmaron las bajas no se marcharan de vacío). Es que dejó patente que por poco que los controladores no hubieran reaccionado con las vísceras, creyendo que el plante les saldría bien como otras veces, nos tendríamos que haber comido su huelga con patatas. Porque el derecho a huelga es consustacial a una democracia. Como mínimo, más consustacial que el derecho a tener vacaciones.

¿Acto de autoridad? Por descontado que sí. Un Estado que se precie de tal nombre no puede admitir ser digirido por arrebatos de cólera, poco menos que infantiles, de una casta que se cree intocable y que no busca otro fin que marcar territorio. Ha habido controladores que se lamentaban, incluso con lágrimas en los ojos, de que les obligaran a trabajar agentes de policía armados. Pero se trata de lágrimas de cocodrilo. Darse cuenta de que el Estado cuenta con recursos para no ceder es, sin duda, un duro aterrizaje en la realidad. Pero no autoriza a hacerse el víctima ni permite invocar no se sabe qué suerte de solidaridad.

Otra cosa, naturalmente, son los recursos de que puede servirse el Estado. Por mucho que fuera necesario cortar por lo sano, la declaración de un estado de alarma y la militarización de personal civil son medidas de auténtica excepción que no deben usarse a la ligera. Aunque no se trate de un conflicto laboral, sino de un desafío a la autoridad legítima.

Lamentablemente, da la impresión de que el acto de autoridad, elogiable desde nuesto punto de vista, estuvo poderosamente influido por el pulso en que el Gobierno se ha embarcado desde antes del verano. Un pulso que, aun teniendo un fundamento sólido, parece una cortina de humo desplegada para distraer al personal. La retórica de Robin Hood no es nueva en Zapatero y sus ministros. Y cuando uno se plantea por qué no se aplica un estado de alarma a los banqueros y sus desmanes, principales culpables de la crisis, se da cuenta de que el Gobierno no tiene toda la razón.  

dimecres, de desembre 08, 2010

Una victoria clara y una derrota no menos contundente

Convergència i Unió ha ganado con claridad las elecciones catalanas. Aunque no consiguió la mayoría absoluta y necesitará pactos, la rotundidad de su victoria se debe a la no menos rotunda derrota de los socialistas, así como la de sus aliados en el tripartito que ha constituido el primer gobierno de izquierdas de la Generalitat contemporánea. Ambas situaciones constituyen un reflejo especular.

CiU culminó su travesía del desierto con un triunfo inapelable. No sólo porque duplicó el número de escaños de su principal oponente, sino porque lo consiguió con una participación que, sin ser para tirar cohetes, fue más alta que en los anteriores comicios. Es más, basta con ver la distribución geográfica del voto para constatar el palizón. La federación nacionalista consiguió resultados históricos, con veinte puntos o más de ventaja, en feudos socialistas muy arraigados. En los feudos convergentes, la paliza fue avasalladora: los de Artur Mas llegaron a triplicar y hasta a cuadriplicar los sufragios socialistas.

Se comprende que el hasta ahora presidente de la Generalitat, José Montilla, haya arrojado la toalla. Si su derrota y la de sus aliados no hubiera sido contundente, la victoria de sus adversarios no parecería tan arrolladora. Llegados a estos extremos, aunque se tire de manual y se busque un efecto épico en lugar de una auténtica asunción de responsabilidad, poca salida digna queda que no sea la renuncia. Eso no quita que las tortas hayan comenzado enseguida, entre otras razones porque el relevo se ha planteado en unos términos que calificaríamos de imposibles de empeorar, si nos fuera algo en ello.

El tripartito paga, sin duda, sus defectos innatos. No se trata de que nos falte cultura de coalición. Es que ha habido momentos, bastantes, en que el gobierno catalán podía ser calificado, con toda justicia, de olla de grillos. Las disputas internas y una pésima comunicación se hacen más sangrantes cuando se comprueba que pasarán a la historia antes que la obra realizada, que no es tan negativa como algunos se empeñan en afirmar.

CiU se beneficia de ello y de haber planteado una inteligente campaña, que apelaba a la necesidad de un cambio. De un cambio tranquilo por más señas. Sólo el tiempo dirá, y no habrá que esperar mucho, si dichos propósitos eran sinceros o si el gobierno de Artur Mas actuará bajo el principio del "decíamos ayer". Pero de momento, el llamamiento ha tenido un efecto transversal de notable éxito entre el electorado.

¿Por qué? Pues porque decir que CiU ha movilizado a todo su electorado, incluido el que en 2003 y 2006 se abstuvo o se marchó a opciones de nacionalismo más radical, es quedarse corto. La contundencia de su victoria sugiere que CiU ha contado con el apoyo de electores de otras fuerzas políticas. Y es que el hartazgo del tripartito incluía a no pocos de sus mismos votantes.

Este resultado, sumado al ascenso del PP, están directamente emparentados, a su vez, con la crisis. También es ley de vida en la política que los gobiernos paguen los platos rotos de situaciones tan delicadas, aunque no sean culpa suya e incluso si han tomado medidas adecuadas (y con independencia de su resultado).

También hay que decir, sin embargo, que este último factor habrá llevado a la presidencia a Artur Mas, pero será asimismo su principal lastre. Pese a la lógica y comprensible alegría que experimenta un partido cuando llega al gobierno, cabe no olvidar que las circunstancias generales son más bien tristes. Y para afrontarlas, no basta con "pujolear".

dijous, de novembre 25, 2010

Patriotismo al 4,75% (y 2)

Sería enormemente injusto decir que el gobierno de Catalunya es un manirroto porque necesita liquidez. Este problema se debe en gran medida a que su financiación no puede ser más insuficiente. Esa es la auténtica injusticia de base, a partir de la cual pueden aparecer soluciones incluso poco ortodoxas, o mejor dicho, poco habituales, como una emisión de bonos para inversores particulares.

Una anécdota de la campaña electoral (campaña que tiene mucho que ver con la controversia que los mal llamados bonos patrióticos han suscitado) ilustra a la perfección lo que ocurre en realidad. En el debate electoral de TV3, la candidata del PP, Alicia Sánchez-Camacho, acusó al tripartito de dejar endeudado en 5.000 euros a cada ciudadano. Le respondió, de forma bastante inapelable, el candidato de ERC, Joan Puigcerós: esos 5.000 euros por cabeza corresponden precisamente al déficit fiscal que acumula Catalunya.

Cabría añadir que el endeudamiento de 5.000 euros por cabeza se pagará una sola vez, aunque sea a plazos, mientras que el desfase de financiación se produce ejercicio tras ejercicio.

Naturalmente, a Catalunya, como región "rica", le corresponde una obligación solidaria, al menos mientras continúe formando parte de España. Eso quiere decir que una parte de los 22.000 millones de euros de déficit fiscal no regresará nunca, a no ser que, por haberse declarado la independencia, ya no se envíe nada a nadie. Pero una vez dicho esto, debemos plantearnos si la solidaridad es un cheque en blanco o si cabe ejercerla de otra manera.

El modelo alemán de solidaridad fiscal, que consagraba el Estatut, era una excelente solución. Según dicho modelo, una comunidad no puede perder puestos en el ránquing de renta una vez ejercida la solidaridad. Si se quiere, es una forma elegante de decir que las regiones desfavorecidas tienen derecho a recibir ayuda, pero que deberían ir pensando en espabilar un poco. Como mínimo, en usar la solidaridad que reciben para no tener que necesitarla, o necesitar menos, en un plazo razonable. Es una forma también de recompensar el esfuerzo que hacen quienes más pagan. Al menos, de no penalizar su capacidad de crear riqueza y, por tanto, de generar ingresos fiscales. Pero como la mayor parte de las buenas ideas del Estatut, ésta ha acabado como todas las demás.

Es más, existe un discurso demagógico sobre el derroche de las comunidades autónomas, sobre el que resulta necesario hacer algún comentario añadido. Que el modelo de Estado adoptado en 1978 incluye duplicidades e incongruencias no siempre deseables, es una obviedad. Pero se trata de una obviedad consustancial al modelo.

No se trata únicamente de una cuestión política. Es decir, de cómo se organizó territorialmente España tras el franquismo, o de cómo se intentó dar salida a las aspiraciones de autogobierno de las comunidades históricas o naciones (el apelativo depende de cada cual). Se trata también de una cuestión económica, claro está. Puede que el sistema sea algo más caro, pero más caras, por ineficientes, son las dictaduras, si vamos a echar cuentas.

Además, la idea de que un Estado fuertemente centralizado es más barato no siempres se sustenta. Hay ejemplos históricos abundantes sin salir de la península ibérica. La España de Felipe II quebró cuatro veces en apenas 25 años. Aunque el centralismo español se acentuó en siglos posteriores, nadie se creería que el monarca de Lepanto y El Escorial era un peligroso nacionalista periférico, por llamarlo de alguna forma.

Un último inciso. A nadie debería extrañarle el auge del independentismo de los últimos tiempos. Como escribimos en ocasiones anteriores, se trata de un patriotismo de cartera más que de sentimientos. Podemos decir que un creciente número de catalanes piensan que dentro de España no existe encaje satisfactorio alguno. Pero como también dijo Puigcercós, equivocándose mucho en la forma al hablar de Andalucía, nadie puede replicarle con los números en la mano.

Y sobre esos bonos tan maléficos según algunos, el mercado ha hablado con suficiente claridad, con una demanda que ha duplicado generosamente la oferta. Si no se puede confiar en las finanzas de la Generalitat, no lo parece, la verdad.

dimecres, de novembre 24, 2010

Patriotismo al 4,75%

La emisión de bonos de la Generalitat de Catalunya ha cumplido con creces las expectativas. La suscripción ha duplicado sobradamente la emisión y ha hecho ampliarla hasta en dos ocasiones. Pero estaríamos muy equivocados si creyéramos que se trata de patriotismo, a no ser que fuera el de cartera.

La rentabilidad es un argumento irrebatible para explicar el éxito de los mal llamados bonos patrióticos. El 4,75% es un excelente interés para los tiempos que corren. Y por lo que respecta a la confianza que puede depositarse en la emisión, no debería olvidarse que se trata de deuda pública. Por muy entrampado que pueda estar un Gobierno, dejará de prestar servicios, e incluso de pagar nómimas, antes que desatender sus compromisos financieros. Basta con ver cómo Zapatero se ha jugado las próximas elecciones con las impopulares medidas del "recortazo", al anteponer las exigencias internacionales para salvar a la economía española en caso de llegar a lo peor.

Hay quien duda de la solvencia de la Generalitat. Sin embargo, nos equivocaríamos si olvidáramos que parte de dichas dudas tienen su origen en el proceso electoral en que se encuentra inmersa Catalunya. Ello no quita el sonrojo que produce escuchar críticas a esta fórmula de financiación de quien recurrió a ella con total liberalidad en el pasado.

Pero esa coincidencia electoral nos obliga a preguntar el porqué. ¿Precisamente ahora? Si el actual gobierno catalán quisiera liquidez para echar el resto en vísperas electorales, se supone que habría acudido al mercado meses atrás. No, la explicación es mucho más sencilla, aunque pueda no resultar tranquilizadora: la Generalitat necesita tesorería para pagar las nóminas de aquí a fin de año.

¿Por qué creen que el plazo entre la suscripción y el desembolso ha sido tan corto? Pues lisa y llanamente porque el líquido obtenido tiene que estar disponible para pagar la nómina de noviembre, que se cierra a los pocos días del desembolso. Es más, estamos seguros de que si los plazos no llegaran, las mismas entidades que han colocado la emisión, le harían un préstamo de tesorería a la Generalitat, con el aval de los mismos bonos.

Naturalmente, se trata de una situación poco halagüeña y que dice mucho de cómo anda el país. Pero ya les decíamos antes que la catástrofe tendría que ser gorda de verdad para que la Generalitat no pudiera hacer frente a la operación. En el peor de los casos, o tal vez muy probablemente, dentro de un año la devolución se cubriría con una nueva emisión.

Para terminar, suerte tenemos de haber firmado el mejor acuerdo de financiación de la historila autonómica. Suerte, sí.

divendres, de novembre 05, 2010

¿Pánico global?

Hacía algún tiempo que no surgía una alarma mundial por posibles actos de terrorismo. Pero la amenaza ha resurgido otra vez, como si de tratara de un fenómeno cíclico. Que dichas amenazas no sean desdeñables no significa que, a la vez, no planteen muchas dudas. El pánico global parece a veces interesado, aunque pueda estar fundamentado.

Sabemos que pisamos un terreno resbaladizo, pero nuestra opinión al respecto creemos que es sólida y argumentada. Siempre hemos hablado en contra de teorías conspiratorias que intentan "explicar", al margen de la versión oficial, sucesos de extrema gravedad de los últimos diez años. Pero a veces es difícil no dar pábulo a la sospecha, cuando dichas amenazas surgen en momentos tan y tan oportunos.

Claro que nadie quiere tener a centenares o miles de muertos encima de la mesa y, por lo tanto, toda precaución es poca. Pero de ahí a desatar periódicamente una histeria planetaria, además en circunstancias cuando menos peculiares, dista un trecho. La alarma de los paquetes bomba tiene base, pero da mala espina que la voz de alarma se diera a pocos días de las elecciones en Estados Unidos de este noviembre, cuando el problema arrancaba como mínimo desde septiembre.

Enténdamonos. No es que nos parezca mal que hubiera cierta discreción sobre el peligro, porque una cosa es la transparencia y otra, la responsabilidad necesaria para no agrandar el problema. Es que hacer público el problema en según qué momento produce una mala impresión considerable.

Hay medidas de seguridad que llevan años en vigor y que todavía no hemos sido capaces de entender del todo. Lo de los líquidos en los aviones se ha prestado incluso a chanzas, posiblemente desafortunadas pero no exentas de fundamento. Recordemos sólo una, a título de situar la cuestión: rellenar un tubo de dentífrico o un bote de perfume con nitroglicerina, sin que te estalle en las manos, tiene su mérito. ¿Se acuerdan, verdad?

Lo de los escáneres corporales fue otra movida que no se explica si no es desde pánicos creados cuasi artificialmente. Baste con recordar que la lista de clientes está encabezada por Alemania, cuyas autoridades, a penas dos semanas antes de una de estas alarmas ciclícas, dijeron que el escáner en cuestión era perfectamente inútil.

En definitiva, una cosa puede no ser ilegal, ni inmoral, ni estar necesariamente mal, pero puede no hacer bonito.

dilluns, d’octubre 25, 2010

¿Un país con malas universidades puede tener el récord de estudiantes extranjeros?

El reporte anual sobre la calidad de la enseñanza en el mundo ha vuelto a confirmar lo que ya sabíamos. Ni una sola universidad española aparece entre las 200 mejores del mundo. Sin embargo, algunas universidades españolas, sobre todo las de Barcelona, son líderes en recepción de estudiantes extranjeros. Algo no liga en estas cifras, pero eso no quiere decir que no exista una explicación.

A título de previa, no podemos dejar de citar algunas paradojas del ránquing de calidad universitaria. Por ejemplo, que dentro de España no haya ni una sola universidad privada que le sople a las públicas. O que en Catalunya se haya producido el prodigio de que la Pompeu Fabra, una pública en la que se vertido dinero a carretadas para que fuera un centro de élite, quede por detrás de sus parientes pobres.

Pero cosas así ocurren cuando la evaluación es auténticamente independiente y externa. Es decir, cuando no la hace ni uno mismo ni el político de turno. Eso no quiere decir que en nuestras universidades no se hagan cosas buenas. Simplemente es que hay quienes lo hacen mejor. Y que quienes lo hacen mejor se cuentan por centenares.

Pero vayamos a la miga de la cuestión. ¿Cómo puede ser, como nos preguntábamos al principio, que universidades tan malas atraigan a tantos estudiantes extranjeros? Pues resulta difícil explicárselo, la verdad. ¿Acaso los alumnos no quieren labrarse un buen futuro por la vía de conseguir la mejor formación posible? ¿Con el paro que hay en las profesiones con titulación superior, nadie aspira a que en su currículum figure una universidad de prestigio, por poco que uno pueda permitírselo, para despuntar un poco o marcar alguna diferencia?

Parece ilógico, pero existe una lógica mucho más cruda. Hay ciudades como Barcelona, cuyas universidades reciben becarios Erasmus a miles por la sencilla razón de que aquí se vive de maravilla. Por más señas, porque existe la impresión de que, a parte de un clima fantástico, hay una gran oferta de ocio y una permisividad que permite disfrutar a lo loco, si a alguien le da por ahí.

En definitiva, que las legiones de becarios Eramus que recalan a Barcelona no vienen necesariamente a estudiar, sino a correrse juergas. Naturalmente, habrá de todo y cabe esperar que los estudiantes que vienen realmente a estudiar y a conocer otras lenguas y culturas sean la mayoría. Pero no es difícil llegar a la conclusión contraria, por triste que pueda resultar.

Puede que el fenómeno quede algo enmascarado por la gran afluencia de turistas extranjeros, especialmente jóvenes, que llenan Barcelona a lo largo de todo el año. Pero basta con darse una vuelta por foros de Internet frecuentados por esos becarios Erasmus aterrizados aquí para darse cuenta de que los juerguistas serán una minoría, pero que o son una minoría muy visible o no son tanta minoría.

Las becas Eramus se instituyeron para fomentar el intercambio entre los jóvenes europeos y mejorar su nivel de educación. Son uno de los mejores inventos nacidos en Bruselas y su objetivo no debería ser pervertido por mucho que los jóvenes les guste la alegría de vivir, por llamarlo de forma elegante. Es más, como contribuyentes tenemos derecho a quejarnos si constatamos que nuestros impuestos se destinan, aunque sea indirectamente, a financiar juergas particulares. El turismo de borrachera ya es bastante mal asunto para que encima lo incentivos mediante becas.

Decisión histórica en el mundo del fútbol

La decisión del FC Barcelona de exigir responsabilidades a la anterior junta directiva por su gestión económica es, como se ha dicho por activa y por pasiva, una decisión histórica. No entraremos a valorar quien tiene la razón, pero sí a considerar que ya era hora que se intentara poner algún coto al caos generalizado que existe en el mundo del deporte, singularmente en el del fútbol. Un desorden que no puede ser justificado por los resultados deportivos, por muy buenos que sean éstos.

No nos parece especialmente significativo que la decisión de la asamblea de socios azulgranas se pronunciara por un escaso margen. Mientras se cumplan las formas... A fin de cuentas, en ese club una moción de censura obtuvo más del 60% de los votos y la junta pudo continuar, pese al castigo cosechado, porque los estatutos requerían una mayoría de dos tercios.

Tampoco tiene importancia alguna que el expresidente del club se dedique ahora a la política. Como mucho, se trata de una salva de fogueo, absolutamente previsible, que el interesado dispara al aire para distraer la atención. Porque la verdad sea dicha, si lo que dice la auditoría es cierto (y en teoría debe serlo) habría que tener mucha cara para estar orgulloso de ello.

Quede claro que no es descartable que a Joan Laporta le estén haciendo la cama por el daño electoral que puede hacerle a otros partidos. Pero en ese caso, el mismo Laporta habría proporcionado mucha munición a esos supuestos enemigos. Todo ello sin contar con que, incluso sin escándalos, sus perspectivas políticas no son para tirar demasiados cohetes. Naturalmente, ponemos el adjetivo "presunto" a lo que haga falta, pero también queremos recordar que hay cosas que pueden no ser delito, pero que no hacen precisamente bonito.

No, lo realmente singular es que el fútbol se deje de tópicos sobre la pelota que entra o no entra y ponga sobre la mesa cómo se gestionan entidades que mueven montañas de dinero. No lo decimos por cuestiones de simbolismo o de sentimientos. Es que si ciertas prácticas habituales en el mundo deportivo se realizaran en una empresa normal y corriente, los responsables tendrían serios problemas.

No lo decimos tanto por los abusos en viajes, comilonas y juergas diversas, algunas de las cuales documentadas incluso gráficamente. Es que hay cosas que no tienen justificación alguna, tengan o no soporte documental. ¿Puede o debe gastarse un club de fútbol tres millones de euros en detectives privados? Y lógicamente, ¿para qué? ¿Para espiar a periodistas o a opositores?

Puede entenderse que el club tenga algunas obligaciones protocolarias, pero ¿necesita gastarse 20.000 euros por partido en cátering en el palco o comprar miles de entradas para un concierto sin que se sepa a quien se han regalado (que no eran los socios, como es de imaginar)?

Y así hasta el infinito. Estamos de acuerdo en que un fichaje futbolístico puede salir rana e incluso en que las reglas comerciales de este mercado sean peculiares. Pero gastarse el dinero de la entidad para fines particulares o inconfesables o comprar terrenos sobrevalorados a sabiendas entran en otra categoría. No es que dichas cosas no hagan bonito, que no lo hacen. Es que la administración desleal es perseguible y punible. Hasta la fecha, nunca una entidad deportiva había tirado de la manta hasta este extremo. De ahí que la decisión sea histórica, con independencia del resultado final que tenga el trámite judicial.

divendres, d’octubre 22, 2010

Sociovergència al Baix Penedès?

Fa dies que la cosa sura a l’ambient. Hi ha una mena de flirteig que fa algun temps que dura, però que s’ha intensificat a les acaballes de l’estiu que ens acaba de deixar. El festeig s’ha fet visible fins i tot en alguns actes públics, per poc que algun assistent amb una curiositat raonable hagi afinat l’ull o l’oïda. Socialistes i convergents, convergents i socialistes, s’han començat a estimar al Baix Penedès. I d’aquí a parlar d’una sociovergència comarcal després de les properes eleccions municipals, no hi ha hagut ni la passa que s’acostuma a dir que hi ha en aquests casos.

Si avui féssim una enquesta d’opinió seriosa al Baix Penedès, és molt possible que una  majoria més que significativa de ciutadans aplaudissin una aliança de les dues principals forces polítiques del país. Motius per desitjar uns governs locals forts no en falten: el percentatge d’atur més alt de Catalunya, el territori destrossat per anys de culte al totxo, l’economia morta perquè no hi ha vida més enllà de la construcció...

Tampoc manquen raons sociopolítiques. L’auge i proliferació de moviments populistes, quan no directament d’extrema dreta xenòfoba, és alarmant en grau extrem. Els greus problemes del Baix Penedès no es resolen ni amb crides a la guerra santa ni fent funcionar els ajuntaments com a cases de barrets. No és gaire millor la fragmentació política dels ajuntaments, per la multiplicació de partits i partidets, molts d’ells formats per rebotats d’un altre partit o per rebotats de rebotats de...

Per això, les persones que ens considerem normals desitja-ríem que els grans partits facin per fi alguna cosa. Potser no és per tirar coets, però com a solució resulta infinitament millor que les alternatives que tenim a la vista.

Però a la vegada em permetran ser escèptic sobre tan nobles intencions. PSC i CiU, CiU i PSC, no s’estimen per bons sentiments sinó per por. Por, és clar, a una situació que se’ls escapa de les mans i en què està en joc el seu statu quo com a principals forces polítiques. A escala local, vull dir.

Ara seria molt fàcil esmentar la responsabilitat que uns i altres tenen en l’actual estat de coses. Perquè si certes boles s’han fet grosses ha estat perquè tots dos han fet molt el ruc, quan no han donat ales al que ara semblen blasmar, tot buscant el seu suport per aconseguir o retenir, per activa o fins i tot per passiva, aquesta o aquella alcaldia. En particular, fa com a mínim dues eleccions municipals que la sociovergència és aritmèticament possible als principals municipis del Baix Penedès. I tant socialistes i convergents com convergents i socialistes, han preferit, si els sortien els números, tenir altres suports. Només els ha interessat la sociovèrgència quan es quedaven fora del poder.

Malgrat tot, benvingut sigui el cop de cap, si tenen l’altura de mires per acabar-lo fent. Ah, si el fan perquè els números no els surten d’una altra manera, funcionarà igual però no valdrà tant la pena. L’oportunitat és històrica, però està per veure si tindran la grandesa que molts esperem d’ells.



Publicat el 22-20-2010 al setmanari "El Tres de Vuit"

dijous, d’octubre 21, 2010

¿A quién se encomienda Zapatero?

No es fácil hacer una lectura de la remodelación del Gobierno. Cada uno de los ceses y de los nombramientos parede obedecer a un motivo diferente. Puede parecer que Zapatero se ha encomendado a la experiencia y capacidad de comunicación de Rubalcaba. O a las tablas de Jáuregui. Pero también parece un guiño a la izquierda, no exento de nombramientos que sólo se explican por el buenismo paritario. Por ello, la pregunta es obvia: ¿A quién, o a qué, se ha encomendado Zapatero?

Como se preveía, el presidente del Gobierno ha aprovechado la vuelta de Celestino Corbacho a la política catalana para afrontar una remodelación a fondo de su Ejecutivo. Razones para ello no le faltaban. No porque hubiera ministros más o menos quemados, sino porque el Gobierno transmitía una imagen de parálisis y desconcierto. No es superfluo añadir que, mientras ello ocurría, Zapatero mantenía en cierto ostracismo a ministros veteranos que, como el ahora ascendido Rubalcaba, transmitían si no confianza, al menos sí seriedad.

Es posible que la "rehabilitación" de Rubalcaba se deba más a su capacidad de pegarse con la oposición que a su credibilidad y prestigio personal, que no le discuten ni sus adversarios. En todo caso, a Zapatero le irá muy bien tener como escudero a un vicepresidente que no sólo es bien valorado por los ciudadanos, sino que sabe plantar cara y encima no cae antipático. María Teresa Fernández de la Vega había perdido precisamente buena parte de esas cualidades.

El "ascenso" de Leire Pajín a un ministerio o el traslado de Trinidad Jiménez a Exteriores responden claramente, sin embargo, a la promoción de elementos fieles personalmente al propio Zapatero. Contra todo lo que haga falta (sostenella y no enmendalla), por más señas. No existe otra explicación a la mejora de cartera para Jiménez, tras haber sufrido un revolcón político de primera magnitud.

La desaparición o absorción de los ministerios de Igualdad y de Vivienda, por su parte, no tiene mayor relevancia política que la meramente administrativa. Por mucha importancia que se les quisiera dar, no se trataba de hitos de la política contemporánea. Y si no les llamamos ministerios-florero es porque al ser mujeres sus titulares, seríamos tildados de machistas, que no es el caso.

Finalmente, ¿puede considerarse un guiño a la izquierda el nombramiento de una exdirigente de Izquierda Unida como Rosa Aguilar? Puede que sí, pero en ese caso, cabe recordar como ha salvado el PSOE los presupuestos para 2011: pactando con la derecha nacionalista del País Vasco y la regionalista de Canarias. Si hay guiño será a los votantes de izquierda. Se supone.

En definitiva, que Zapatero ha decidido que se va a la guerra con todo lo que tiene a mano, que es como hay que ir a la guerra por cierto, pero sin importarle que los medios sean coherentes entre sí. La sensación de que se trata únicamente de aguantar como sea hasta el final de la legislatura, dentro de año y medio, no puede ser más manifiesta. Como sea incluye al parecer contentar a tirios y a troyanos, de forma exhuberante en algunos casos. Baste con decir que va a pilotar la reforma laboral un ministro que el día de la huelga general se manifestó contra ella. Si ésto no es un bandazo, ¿qué es entonces?

dijous, d’octubre 14, 2010

Se nos había afinado el paladar

La crisis había disparado el consumo de marcas blancas. Pero las cifras récord conseguidas en este segmento comienzan a desandar su espectacular crecimiento. Las explicaciones de los expertos son exhuberantes, pero acaba concluyéndose que la bonanza anterior nos había afinado el paladar como nunca.

Hay explicaciones técnicas que son de "pa sucat amb oli", como se dice en catalán. Sesudos expertos en consumo aducen que lo de las marcas blancas no ha sido fruto de la crisis, sino de que a todos nos dio por probar algo diferente. Más claro no puede estar: el caviar acaba aburriendo.

Pero la realidad tal vez sea otra. Las marcas blancas se han visto espoleadas por un súbito descenso del poder adquisitivo de muchas familias. En el período anterior a la crisis se estiró más el brazo que la manga. Ahora, hay que hacer frente a los créditos con que mayoritariamente se financió aquella alegría, pero donde entraban dos buenos sueldos, ahora entra uno, posiblemente disminuido, un subsidio a penas mileurista o directamente nada. Y toca recortar gastos domésticos.

Además, el peso de la alimentación ha disminuido en el gasto familiar, pero no porque nos hayamos puesto a dieta, sino porque gastamos más que antes en telecomunicaciones o viajes. Ahí también se nos ha afinado el paladar: en otras palabras, nos hemos acostumbrado a cierto estilo de vida en el que nos resulta difícil prescindir de la conexión a Internet o el telefóno móvil, o de las escapadas de fin de semana.

Una solución aparentemente fácil para que cuadraran los números era buscar ahorros a través de las marcas blancas. Que, por cierto, no son en absoluto sinónimo de mala calidad, aunque generalmente no lleguen al nivel de las marcas-marcas. Pero acostumbrados a la buena vida, si el caviar aburre, imagínense las sardinas de lata.

En definitiva, que todo ello, combinado con las ofertas que las marcas de siempre se han visto obligadas a hacer para no quedar descolgadas del mercado, ha resituado a las marcas blancas. Se trata de una pérdida de fuelle posiblemente puntual, aunque suma ya tres meses consecutivos.

Un factor añadido es que el dato se relaciona con una cierta recuperación de la confianza en la situación económica que, aunque muy fluctuante de mes en mes, se viene registrando en los últimos meses. No se queden con el dato del último mes, que fue negativo, sino que repasen de enero a ahora. Y sobre todo, comparen con el dato de hace un año. Además, no es necesario añadir que, aunque haya casos auténticamente dramáticos, y muchos, la economía sumergida ha vuelto por sus fueros. Y suerte que tenemos, dentro del mal asunto que es, de que sus frutos atenuen el impacto de lo que está ocurriendo. Un desastre siempre es mejor que una catástrofe.

dimarts, d’octubre 12, 2010

Zapatero está menos tocado de lo que parece

Quienes dan por acabado a Zapatero deberían meditar un poco sus pronósticos. El presidente del Gobierno ha salvado el envite de los Presupuestos para 2011 y ha salido relativamente poco tocado de la huelga general. Es más, aunque su "derrota" en las primarias socialistas de Madrid es sonora, puede que a largo plazo salga beneficiado. ¿Tocado Zapatero? Sí. Pero no muerto. Naturalmente, el PP sigue navegando con el viento a favor en todas las encuestas electorales, incluidas las del propio Gobierno, que acostubram a barrer para casa. El sondeo del diario "El País", poco sospechoso de ser próclive a la derecha, le otorga al partido de Rajoy una ventaja de casi 15 puntos.

Pero Zapatero parece ser uno de esos boxeadores que recibe una torta tras otra, y hasta muerde la lona por seguir el símil, pero siempre consigue levantarse, sacudir la cabeza y reincorporarse a la pelea. Esa habilidad para pasar la maroma sin caerse, o sin caerse del todo, no significa, obviamente, que sea el mejor presidente del Gobierno que podamos tener. Más bien transmite la impresión de todo lo contrario. Pero no se le puede negar capacidad de supervivencia.

Sin presupuestos para 2011, Zapatero se habría visto abocado sin remedio a avanzar las elecciones. Como explicamos hace poco, hay que aplicar nuevos recortes para continuar dentro del mecanismo de rescate de las economías europeas en apuros. Conseguir entrar en este salvavidas ya provocó meses atrás el célebre "tijeretazo" o "recortazo". Encima, el apoyo del PNV le ha salido a Zapatero relativamente barato.

La huelga general parecía que iba a acabar con un Gobierno contra las cuerdas. No es por abusar de los símiles pugilísticos, pero el Ejecutivo ahí sigue, contra las cuerdas, pero sin clavar la rodilla en tierra. El 29-S ha desgastado más a la imagen exterior de España (basta con ver la prensa internacional de ese día y el siguiente) que al propio Gobierno. Menuda paradoja.

Al final, la lucha en el partido socialista madrileño será lo que más daño le haga a Zapatero. No por el hecho en sí, sino porque ha puesto en carne viva la falta de autoridad del presidente del Gobierno. Ya no manda ni en su propio partido... Es más: el fenómeno Tomás Gómez indica que una parte de la militancia socialista, y por extensión del electorado del PSOE, ya no está con Zapatero. En Valencia, aunque con otro resultado, ha ocurrido algo parecido.

Puede que Tomás Gómez salga beneficiado de ello, ya que podría llegar a captar el voto de muchos descontentos que, en otras circunstancias, se abstendrían o votarían al PP por convicción sobre la necesidad de un cambio al precio que sea o simplemente por tocar las narices. Pero que se guarde bien las espaldas el señor Gómez: la última vez que un socialista, Josep Borrell, se impuso en unas primarias al aparato del partido, la cosa acabó como acabó.

Dicen que Zapatero se crece ante las dificultades, aunque pocas veces ha dado esta impresión. Tal vez por eso hay quien intenta moverle la silla, o al menos la candidatura a las elecciones que, en principio, deben celebrarse en 2012. También hay que decir que corren muchos rumores interesados, que la derecha mediática jalea con gran alegría. Pero si Zapatero desea dar un golpe de autoridad que le de alguna mínima credibilidad futura, le basta con anunciar que será el candidato de su partido en los próximos comicios. Al menos demostraría que manda en su casa.

Si no lo hace, será posiblemente por el temor de que le salga algún otro Tomás Gómez. Se ha especulado con algún fundamento de que el propio Gómez podría disputarle el liderazgo. Pero esto último depende de las elecciones a la Comunidad de Madrid. Si Gómez pierde, puede prepararse para lo que le va a caer encima, porque Zapatero, tocado, pero menos de lo que parece, ahí sigue. En caso contrario, nada es imposbile.

Esto último no es una historia de política ficción. Ni siquiera el relato unas trifulcas internas de un partido. Es el reflejo de como está liderando la crisis económica el presidente del Gobierno. Con bandazos constantes y ejercicios de funambulismo. Lo mejor que puede decirse de este estilo de llevar las cosas es que él al menos, y de momento, no se cae.

dijous, de setembre 23, 2010

Elecciones en Catalunya (y 2)

Teníamos pendiente acabar de justificar por qué el segundo tripartito que está culminando su mandato no era tan nefasto como sus adversarios quieren hacer creer. Hay argumentos que permiten sustentar dignamente esta opinión, aunque la verdad sea dicha la cosa tampoco es que sea para tirar coetes. Visto como ha acabado, o como puede acabar todavía, el embrollo del Estatut, no resulta fácil atribuir el inicio de su despliegue al actual gobierno catalán. Pero la realidad también es la que es: ha habido avances de entidad, aunque lejos de las expectativas levantadas.

La nueva financiación autonómica es tal vez el ejemplo más palmario de ello. El sistema es mejor que el anterior, porque atribuye a la Generalitat (y al resto de comunidades, dato que no hay que desconocer) una mayor participación en la distribución de la cesta de impuestos. Pero ese es su principal hándicap, aunque por otra parte esté justificadísimo: el desplome de los ingresos fiscales se ha "comido" casi literalmente la financiación suplementaria conseguida.

De la disposición transitoria del Estatut que debía compensar la falta de inversión pública estatal en Catalunya durante un período de siete años, nunca más se supo. Mejor dicho, si algún lector tiene alguna noticia al respecto, podría tener el detalle de hacérnoslo saber. Le estaríamos muy agradecidos.

Sin embargo, el segunto tripartito ha sido capaz de sacar adelante medidas prácticas y de aplicación cotidiana en la vida de los ciudadanos, lejos de "logros" poco menos que metafísicos, como el principio de ordinalidad en el ejercicio de la solidaridad (que para más inri también se cargó el Tribunal Constitucional). Sin ir más lejos, el ejecutivo de José Montilla ha sido capaz de completar el despliegue de la policía autonómica en todo el territorio o de reducir de dos o tres años a tres meses las listas de espera quirúrgicas más escandalosas.

Este mismo gobierno ha más que duplicado la mayor parte de partidas de política social y ha construido cerca de 400 escuelas y de 300 guarderías. Pero también ha sabido lograr una serie de grandes pactos nacionales para asegurar políticas de largo recorrido en temas tan sensibles como la educación o la immigración. Sin embargo, su principal defecto ha sido no conseguir pactar a veces consigo mismo lo que conseguía acordar con la oposición.

El tripartito presidido por Montilla no ha llegado a los extremos de montaña rusa que caracterizaron al anterior ejecutivo liderado por Pasqual Maragall. Pero es evidente que no se ha tratado de un Gobierno que fuera a una. Los desmarques han sido frecuentes y no precisamente en cuestiones de segundo o tercer orden. La cultura de coalición es una asignatura difícil, pero los tres socios del ejecutivo catalán tampoco se han esmerado especialmente en aprobarla.

De ahí que al actual Gobierno le haya pasado lo mismo que a su predecesor: que el ruido ha ahogado el eco de sus logros. Un ruido que a veces ha sido provocado de mala fe por terceros, como comentábamos en una entrada anterior, pero que casi siempre ha encontrado alguna base (a veces mucha base) para sustentarse. La forma en que se gestionó la grave sequía de 2008 es un buen ejemplo de ello.

A Montilla y a sus consejeros les ha faltado capacidad de comunicación. Y eso que de portavoces han tenido un buen puñado. Tan equilibrados han querido ser en todo los miembros del tripartito-2 que se han repartido hasta la función de portavoz tras las reuniones gubernamentales. Ello no es malo por sí mismo, pero cuando un Gobierno tiene dificultades para hablar con una única voz... ¿Nos entienden, verdad?

divendres, de setembre 17, 2010

Elecciones en Catalunya (1)

Ya conocemos la fecha de las elecciones catalanas. Aunque no estén convocadas formalmente todavía, ya podemos pergeñar un balance de lo que ha sido el segundo tripartito, o lo que es lo mismo la segunda experiencia de gobierno de izquierdas en la Generalitat contemporánea. Y ese balance es menos malo de lo que algunos insisten en presentar. Que la oposición considere al ejecutivo de Montilla como el peor de la historia de Catalunya entra dentro de lo esperable. Pero hasta la oposición, al menos CiU, se ha dado cuenta, en carne propia, de lo mal que pueden salir los mensajes catastrofistas. De ahí que apueste por vender alternancia y un cambio que, aunque digan que es necesario y hasta imprescindible, es presentado como un cambio tranquilo.

Otra cosa es el discurso incendiario que a veces practica el Partido Popular en Catalunya. A veces da la sensación de que desbordan a su propio partido por la derecha por la simple razón de que no pintan prácticamente nada dentro de su organización y se creen en la obligación de subir el tono para hacer méritos. Y conste que la cuestión lingüística es casi irrisoria en comparación con los flirteos con el racismo y la xenofobia que algunos de sus candidatos locales vienen practicando de un tiempo a esta parte.

Poco puede decirse de la oposición ejercida por Ciutadans-Ciudadanos. Aunque cierta derecha mediática celebró su resultado en 2006 como si fuera la toma del Palacio de Invierno, basta con ver cómo les ha ido la legislatura: escindidos y peleados, a veces con escenas de una indignidad escalofriante. Suerte que eran una alternativa regeneradora.

También hay que decir, sin embargo, que gran parte del clima antitripartito que se ha respirado en Catalunya ha sido obra de algunos medios de comunicación. Y más que de los medios, de algunos periodistas de renombre que vivieron muy bien o prosperaron mucho bajo los gobiernos de Jordi Pujol. Se trata de elementos a los que al menos hay que reconocerles la virtud de la gratitud. Pero la culpa no es exactamente suya, sino de las empresas que les permiten todo tipo de cruzadas, seguramente porque a los propietarios ya les parece bien.

Sólo esto último explica la sevicia con que se han acarnizado algunos periódicos con medidas como las de los 80 kilómetros por hora en los accesos a Barcelona. Hay que leer lo que se ha llegado a escribir de una medida discutible como cualquier otra para darse cuenta de que las críticas no se formulaban de buena fe.

Ahora bien, el gobierno catalán no ha sido tampoco un prodigio de administración eficaz y brillante. Baste con decir que su primera prioridad era no repetir la montaña rusa que fue el primer tripartito, objetivo que por cierto se ha logrado sólo parcialmente. Pero insistimos en que su balance no ha sido tan negativo como corean quienes, legítimamente por otra parte, desea desalojarlo del poder. En una próxima entrada analizaremos con detalle ese balance, con todos sus claroscuros.

dilluns, de setembre 13, 2010

Gràcies per les teves llàgrimes


No sé com et dius. Ni tan sols la cara que fas. Te la tapes amb les mans, per ocultar les llàgrimes. Les llàgrimes d’una derrota amarga. No estem parlant d’un partit de futbol ni d’una final perduda. Parlem d’una persona que acaba de morir, víctima d’un infart, però no sense que la persona de la foto i la resta de personal del servei d’emergències hagin lluitat amb totes les seves forces per evitar el pitjor.

Ha estat una lluita que s’ha perdut (no sempre es pot guanyar), però aquestes llàgrimes que et cobreixes amb les mans demostren que t’importa, que per tu no és indiferent ni una mera qüestió de feina ni de cobrar a final de mes. Que tens sentiments, en definitiva.

Per això, la lluita no ha estat estèril ni inútil. Aquesta vegada no ha pogut ser, perquè en la teva feina això passa (i segurament sovint). És més, sospito que heu vist a la primera que no hi havia res a fer, o que seria molt difícil, però no per això heu deixat d’intentar-ho. Perquè el vostre pacient, amb independència del resultat final, es mereixia el millor de vosaltres. Que ploris, ni que sigui durant un minut, vol dir que sí, que li heu donat el millor de vosaltres. No en tinguis cap dubte.

Que tinguis sentiments, vol dir una altra cosa molt important: moltes altres persones podran agrair-vos a tu i als teus companys que la vostra perseverança els haurà salvat la vida. Tampoc en tingueu cap dubte.

Les teves llàgrimes em reconforten personalment. Fa poc més d’un any vaig perdre la meva dona per un error de diagnòstic. Bé,  més ben dit, per la prepotència i fatxenderia (pur “sostenella y no emmendalla”, en la pitjor versió possible) amb què el sistema va persistir en l’error fins que no va haver-hi res a fer. Sé de què parlo quan escric de “professionals” amb un compromís més aviat escàs per la feina i els pacients. Malament quan el metge mira més la pantalla de l’ordinador que a tu als ulls.

Avui, però, el teu gest, m’ha fet recuperar una part (només una part, però ja és molt) de la confiança que havia perdut. Una experiència personal tan traumàtica no m’hauria d’haver fet perdre de vista que el sistema pot ser molt insensible, però que la majoria de persones que hi treballeu sou bones persones (tu ho ets, i no poc). Però no és sobrer que ens ho hagis fet recordar a mi i a qui pugui llegir aquest text.

Jo hi era (va ser durant la Diada Nacional a Calafell) i no puc fer res més que dir-te gràcies.

dimarts, de setembre 07, 2010

ETA se repite

Puede que el alto el fuego declarado por ETA no sea una tregua-trampa, como corea siempre en estos casos la claque mediática de la derecha. Pero la impresión de "dejà vu" es inevitable. Con el agravante de que, al menos en el lenguaje, lo que se declara tiene menor intensidad que en ocasiones precedentes.

Por no colmar expectativas, el vídeo de ETA no colmó ni las de la izquierda abertzale, que había reclamado una tregua indefinida y verificable. Porque eso de la suspensión de las acciones armadas ofensivas puede que lo entienda quien lo escribió. Pero si no es para justificar que, habiendo tomado la decisión, se asesinara en el interín a un gendarme francés en un enfrentamiento..., pues no estamos ante un prodigio de claridad.

Por eso, la prudencia del Gobierno y de las fuerzas políticas está más que justificada. La hipótesis de que la declaración represente sólo el deseo o la opinión de un sector de ETA, o de que pueda haber facciones o incluso individuos aislados que rebienten el alto el fuego, no es descabellada en absoluto. Parece fuera de toda duda que la declaración de ETA es fruto de la debilidad (que sea pasajera o no, el tiempo lo dirá) y la debilidad no ayuda precisamente a cohesionar a ningún grupo humano. Menos a los que intentan resolver los problemas a tiros.

Además, la debilidad no sólo es de ETA. La izquierda abertzale está ahogada política y financieramente y no es seguro que pueda aguantar muchas más legislaturas sin poder presentarse a las elecciones. Pero en contra de lo que podría pensarse, no se trata de hacer de la necesidad virtud, sino de algo bastante más sencillo. ¿Cómo van a sacar adelante planteamientos políticos quienes están apartados de la política?

En todo caso, en términos de prudencia la experiencia ha de servir para algo. ETA dejó en el más espantoso de los ridículos al Gobierno con el atentado de Barajas, en diciembre de 2006. Por muy hambriento de buenas noticias que esté Zapatero, cabe suponer que ahora no se dejará ofuscar por la perspectiva de pasar la historia. Aunque también hay que decir, en descargo de Zapatero, que más se cegó Aznar en 1998, cuando llegó a hablar de Movimiento Nacional Vasco de Liberación. Cuántas veces habrá deseado el expresidente popular haberse callado aquel día...

Pero hay que ser realistas. El fin de ETA no llegará por la rendición incondicional y la entrega de las armas. Como mucho, lo segundo, y su verificación, será una de las partes de la solución. La pregunta es incómoda, pero hay que intentar contestarla honradamente: si la independencia de Euskadi, o al menos un referéndum de autodeterminación, son innegociables, ¿qué se puede ofrecer sino una amnistía generosa?

El País Vasco no es Irlanda del Norte, como a veces nos empeñamos en querer ver. Por aquellos pagos se dieron satisfechos con una autonomía inferior a la de La Rioja, porque era infinitamente mejor que la ocupación militar que existía en la práctica. Pero ¿qué se le puede ofrecer a Euskadi que mejore su actual autogobierno?

Es más, habría que recordar que el gobierno británico acceptó una consulta de autodeterminación transcurridos 25 años de los acuerdos de paz. Veremos qué ocurre cuando llegue la fecha (con plazos tan dilatados no se sabe nunca), pero resulta difícil imaginarse a un gobierno español, del color que sea, firmando una cláusula como esa.

Y que nos quede claro que el día en que haya paz, eso de los terroristas viendo salir el sol tras las rejas todos y cada uno los días de su vida va acabar con los interesados cobrando una pensión del Estado, como se ha hecho en otras partes, como solución práctica al problema de qué hacer con unos centenares o miles de personas que se han pasado más de media vida en la cárcel o que, por decirlo con un eufemismo, son imposibles de reciclar profesionalmente.

En política suele decirse que existen las soluciones ideales y las soluciones posibles. Los términos son autoexplicativos. En pocos casos ello resulta tan evidente como en el que nos ocupa.

dijous, de setembre 02, 2010

Elecciones o elecciones

El llamado curso político empieza cargado de ambiente electoral. A las elecciones catalanas a celebrar en noviembre, se le suma la posibilidad de un anticipo de los comicios generales, si Zapatero no consigue aprobar los presupuestos del Estado para el año próximo. Pero incluso si el Gobierno salva sus cuentas para 2011, su precariedad no podrá ser más manifiesta.

Comencemos por Catalunya. La victoria corresponderá más que probablemente a Convergència  i Unió. Hasta las encuestas del gobierno catalán le auguran a la federación nacionalista una mayoría que roza la absoluta. Siempre hay que ser prudentes ante un resultado electoral, por mucho que digan los sondeos, pero no es casual que el tripartito presidido por José Montilla haya optado por apurar los plazos al máximo. Su última esperanza parece ser algún tropezón de CiU, o que Zapatero les eche algún cable a propósito del esquilmado Estatut. En todo caso, las sorpresas, o los milagros, no son, por su propia naturaleza, predecibles.

Es una incógnita qué resultado pueden conseguir las nuevas fuerzas independentistas, sobre las que hay más ruido mediático que expectativas objetivables. No se sabe nunca, pero no parece que sus posibilidades sean para tirar coetes. Las urnas lo dirán.

Y pasemos ahora a la situación política general en España. Zapatero necesita imperiosamente aprobar un presupuesto para 2011. No puede recurirr a prorrogar el de 2010, expediente que un sector del Gobierno y del PSOE no descartaban, porque se ve obligado a introduir nuevas reducciones del gasto público. Debe hacerlo obligado por el plan de rescate del euro, aprobado meses atrás, y que ya provocó en su momento el célebre “recortazo”. Como ya dijimos entonces, lo de plan de rescate del euro era un eufemismo para disimular que se trataba de una intervención en la práctica de la economía española, a cargo de nuestros socios europeos, que exigieron medidas severas a cambio de su compromiso de salvarnos si llegaba lo peor.

¿Y con qué apoyos cuenta Zapatero para aprobar las cuentas de 2011? Por su izquierda ha perdido toda ayuda, por irrelevante que fuera en número de votos. Y CiU ha anunciado por activa y por pasiva que no apuntalará más al Gobierno, ni siquiera con su abstención, como cuando la convalidación del “recortazo”. A Zapatero le queda únicamente hacerse con el voto del Partido Nacionalista Vasco. Un voto favorable que, por mucho que haya ocurrido en Euskadi, no es descartable en absoluto.

En cualquier caso, nos encontramos ante dos escenarios posibles. Por una parte, el Gobierno no consigue aprobar el presupuesto en las Cortes y no tiene más remedio que convocar elecciones, para que pueda aparecer una mayoría (hasta la fecha, es casi seguro que será del Partido Popular) que saque adelante las cuentas del Estado. Por otra parte, que Zapatero salve la situación por los pelos y sobreviva al envite. Pero incluso en este segundo caso, su cada día más manifiesta debilidad y soledad rozan también la inviabilidad de cualquier proyecto político digno de tal nombre.

Como ocurre en el caso catalán, los manuales electorales recomiendan avanzar elecciones si uno cree que las va a ganar, jamás para darse una torta. Zapatero necesita desesperadamente tiempo para que la crisis remonte algo y haya algún fruto de las medidas tomadas que pueda vender. Sin embargo, el descontento que produce su gestión crece de día en día, incluso entre la misma militancia socialista, y no es por casualidad que hasta le salgan dirigentes respondones. Las primarias del PSOE en Madrid van a ser un test muy interesante: no es nada improbable que los afiliados socialistas madrileños le propinen a Zapatero un puntapié en el trasero de Trinidad Jiménez.

divendres, d’agost 27, 2010

La hipocresia del top manta

Vagi per endavant que els botiguers tenen tota la raó quan es queixen de la competència deslleial del top manta. Tinc les meves recances sobre els comerciants que consideren que els “manters” els treuen clients (què deuen vendre, em pregunto). Però pagar impostos, lloguers, nòmines i altres despeses d’explotació, com fem tots els que tenim una empresa, et permet si més no protestar amb propietat.

Una altra cosa és que el conflicte que aquest estiu han viscut Calafell i el Vendrell, a més d’altres pobles que han fet pactes amb els “manters”, però han tingut la sort de no sortir als diaris, hagi posat en carn viva algunes de les hipocresies de la nostra societat.

Hipòcrites principals els partits polítics, que critiquen des de l’oposició el que fan quan governen: que siguin pobles diferents és un mer detall tèc-nic, com podran entendre. Hipòcrites els que demanen mà dura i mesures contundents, però a l’hora de votar les reformes legals necessàries eviten mullar-se, no fos cas que els prenguessin per fatxes. I hipòcrites, de la varietat exhu-berant, els polítics que obren el miracle de repicar i anar a processó, aprovant des del govern la tolerància amb el top manta i manifestant-se en contra al carrer.

Hipòcrites certs responsables (?) públics que no mouen fitxa fins que tornen de vacances. I hipòcrites alguns directius de les organitzacions de comerciants (casos molt puntuals, afortunadament): un no sap si són pitjors els que no hi ha manera de saber on tenen la botiga o els que carreguen les tintes perquè es volen dedicar a la política i s’han de donar a conèixer.

Hipòcrites, per descomptat, els que compren al top manta.  Són els que mantenen dempeus aquest negoci il·legal. I alguns es pensen encara que fan una obra de caritat.

Si em permeten ser políticament incorrecte, trobo que els menys hipòcrites de tots són els ajuntaments que han decidit deixar-se de ficcions i agafar el toro per les banyes. Ja sé que a tots ens és igual qui té les competències. Però amb el degut respecte per aquesta opinió, no sé si a un ajuntament podem demanar-li efectivitat contra màfies internacionals o que expulsi immigrants il·legals. I mal que mal, els alcaldes del Vendrell i de Calafell han evitat l’espectacle indecent de les corredisses pel passeig marítim, que feia de tot llevat de bonic.

Un espectacle gratuït, per cert, perquè el dia que algun “manter” és detingut, l’interessat surt lliure per la porta del jutjat (i torna de cap al passeig marítim) abans que la policia acabi de fer els papers de l’arrest. Això si és que no passa com al Vendrell l’estiu passat i els compradors es giren contra la policia i els agents, per evitar desgràcies majors, es deixen estomacar mentre els arriben reforços.

Em sembla fantàstic que els ajuntaments “retornin a la legalitat”. És el que toca, però allò realment rellevant no és que s’hagi arribat fins aquí, sinó que hagi calgut arribar-hi. Ara, esperem que les mesures anunciades no siguin gests de cara a la galeria, que també podria ser.


Publicat al setmanari "El 3 de Vuit", del Penedès (27-8-2010)

dimecres, de juny 16, 2010

Aniversario infeliz

Se han cumplido estos días 25 años de la firma del tratado de adhesión de España a la Unión Europea. Es imposible entender la actual España sin ese cuarto de siglo de estabilidad y prosperidad, por mucho que hoy una grave crisis amargue las posibles celebraciones.

Hasta Franco pidió entrar en el entonces Mercado Común Europeo. Fue en 1962, el mismo año del llamado “contubernio de Munich”. Es decir, que tan malo no debía ser el invento cuando hasta la dictadura supo ver dónde estaba el futuro. Pero como es normal, aquel régimen no tenía posibilidad alguna, aunque en 1973 se firmara un acuerdo comercial.

La adhesión llegaría ocho años después de las primeras elecciones libres y tras unos cuantos sustos involucionistas, algunos de ellos de gravedad manifiesta. Pero el enganche a Europa consolidó definitivamente una democracia que estaba poco menos que en el jardín de infancia. Cuando criticamos lo poco que nos motivan las instituciones europeas, y con razón por cierto, no deberíamos olvidar de dónde venimos y el bien que nos han hecho ciertas cosas.

Tampoco deberíamos quedarnos únicamente con lo que han significado los fondos de cohesión. Ciertamente, la gran transformación de las infraestructuras españolas (mal repartida en algunos casos) llegó de su mano. Pero el auténtico milagro llegó con el euro. Y más que con el euro, con la disciplina económica a que obligó, que consiguió romper el principal mal de la economía española: un cuello de botella en el que la expansión acarraeba inflación, la cual a su vez hacía perder competitividad.

Atrás han quedado los años en què para combatir la inflación y defender la peseta, el Banco de España elevaba los tipos de interés, lo que yugulaba la actividad. Y al final, habia que devaluar. Un círculo vicioso que todos quienes tengan cierta edad recordarán por unos tipos de interés del 17%, del 18% e incluso más. En cambio, la política monetaria centralizada en el Banco Central Europeo, a partir de la inflación media europea y no la de cada país, ha conseguido durante años un marco estable de tipos bajos y prosperidad.

La actual crisis nos ha hecho dar cuenta de que aquello tenía parte de ficticio. Aunque la inflación y los tipos (estos últimos, pese a su repunte) están lejísimos de lo que eran hace 25 años, por el camino hemos perdido competitividad. Y el recurso de devaluar quedó definitivamente archivado.

Es un problema común al resto de países del euro. Y un problema al que estamos atrapados sin remedio. No podemos plantearnos abandonar la divisa única para retormar políticas monetarias estatales, y devaluar, sin romper definitivamente la confianza en nuestra deuda pública. ¿Podría España ser expulsada del euro? La posibilidad es meramente teórica. En ese supuesto, cabría expulsar a otra media docena de países, pero una sola expulsión sería un desastre irreparable para toda la Unión Europea.

Y un problema añadido es la falta de consolidación política de la Unión Europea. Decía el exsecretario de Estado norteamericano Henry Kissinger que, cuando quería hablar con Europa, no sabía a quien llamar. Ingeniosidades a parte, esa es precisamente la cuestión. Estados Unidos tiene el doble de déficit público que la media europea, pero nadie duda de su deuda. En Europa, no existe la misma percepción de que un Estado fuerte está tras esa deuda. Todo lo contrario: lo que hay es un galimatías de estados, una parte de los cuales resulta que miente sobre sus cuentas, otra insiste en que no pasa nada y otra paga rescates, con manifiesta desgana, para evitar que el desastre se convierta en catástrofe.

Hay que tomar medidas antipáticas e impopulares, como las del recortazo, y otras que tal vez vendrán. No queda otro remedio para evitar males mayores. Y hay que reconocer que el ajuste es más duro por el euro, de ahi que tal vez Europa nos pueda parecer a veces un mal negocio. Pero sería un error trasladar toda la culpa a la misma Europa de la que tanto nos hemos beneficiado. Es más, cabe preguntarse como estaríamos ahora sin Europa. No lo duden: mucho peor.

dilluns, de juny 07, 2010

No paran de improvisar, pero al menos se curran las excusas

¿Improvisa el gobierno de Zapatero? Pues sí, hay que decir que en realidad no hace otra cosa que improvisar. Continuamente. A todas horas. Pero algo hay que reconocerle: como mínimo se curra las excusas, le pone imaginación. El episodio de ida y vuelta de los créditos de los ayuntamientos no lo puede dejar más claro.

El Boletín Oficial del Estado publica que los ayuntamientos no podrán concertar endeudamiento a largo plazo hasta el 1 de enero de 2012. Es la primera noticia de un real decreto que no ha aparecido en la reseña del consejo de ministros ni en comunicado alguno del ministerio correspondiente. Como todo acto que aparece en el BOE, entrará en vigor al dia siguiente de la publicación.

¿Qué ocurre entonces? Que los ayuntamientos comienzan a centenares a convocar plenos extraordinarios y urgentes para concertar préstamos en las horas que les quedan antes de la entra en vigor de la “ley seca”. Lo de hecha la ley, hecha la trampa, pero dentro de la más estricta legalidad. Dicho de otra forma, una charlotada inmensa, propia de un país bananero. Esta consideración nada tiene que ver con las insuficiencias de la financiación local, ni con la decisión del gobierno, que entra dentro de lo que podría considerarse razonable para reducir un déficit público galopante, por poco que se hubiera hecho y explicado bien. Es simplemente un espectáculo para caerse de la silla.

¿Qué ocurre a continuación? Que prisas aparte, los ayuntamientos ponen el grito en el cielo. Puede que los municipios tengan el bolsillo roto, como la derecha mediática ha tomado por costumbre acusarles. No lo es menos que se les pide mucho más de lo que exige la ley y que, en lo tocante a recursos económicos, se les deja a la buena de Dios. Es más, la caída de ingresos fiscales castiga de forma especial a los Ayuntamientos.

Pero también falta menos de un año para las elecciones municipales y no pocos alcaldes no ven claro su futuro. Con balances de gobierno esmirriados en general, y resintiéndose los socialistas del malestar contra Zapatero, el cierre del grifo, que impediría el “empujón final” con que algunos intentarán el milagro, dispara las alarmas. Y el propio PSOE se da cuenta de que, por si no lo tenía suficientemente magro, se juega los ayuntamientos (al menos, los que le quedan).

Hay que echar marcha atrás. El gobierno no se baja completamente del burro. Simplemente, aplaza la medida al próximo 1 de enero. Zapatero tampoco tiene mucho margen. El decreto-ley debe ser convalidado parlamentariamente y corre el riesgo de verlo revocado. Pero en política jamás se rectifica ni se reconocen los errores. Por eso, como quien no quiere la cosa, publican una “corrección” en el BOE. Hasta la palabra parece elegida para evitar el mal rollo.

Nadie aludió a los duendes de imprenta. Pero todo se andará, si hay que echar mano del recurso en alguna otra ocasión. Lo que decíamos, imaginación para justificarse no le falta al gobierno. Curiosamente, Zapatero decía hace unos días que los recortes y su nueva política ante la crisis no eran un bandazo. Pero dado que el gobierno no para de dar bandazos, cabe preguntar de qué hablaba Zapatero. Es la pregunta obvia: si no son bandazos, qué son entonces.

diumenge, de maig 09, 2010

¿Están locos los mercados? Pues no.


La calle de las finanzas hace esquina con la calle del teatro. Qué apropiado.


El pánico desatado en Wall Street por un error merece un análisis que vaya más allá de las razones del mero fallo. Errores puede haberlos en todas partes, pero que un simple letra pueda organizar semejante marimorena pone de manifiesto la absoluta vulnerabilidad de eso que llamamos los mercados. También que los mercados estarán todo lo locos que queramos, pero que en ellos se mueven elementos dispuestos a sacar tajada a cualquier precio. Lo que obliga a hacerse algunas preguntas, incómodas o no, pero muy pertinentes.

Alguien escribió billones en lugar de millones y no sólo se dispararon las alarmas: es que la tecnología a la que se han confiado ciertas decisiones actuó en consecuencia. En cuestión de segundos, la principal Bolsa mundial se hundió estrepitosamente, en medio de un pánico casi nunca visto. Después la cosa se recondujo y los índices, pasado el susto, se recuperaron parcialmente.

Cabe una reflexión necesaria sobre la dependencia que tenemos de nuestra propia tecnología. Automatizar en la práctica ciertas decisiones puede llevarnos a un desastre, como acabamos de comprobar, y no por primera vez. Pero no hay que olvidar que hasta los sistemas que funcionan de forma completamente independiente han sido programados alguna vez para actuar de una u otra forma. Y preguntarse qué pretendían conseguir quienes dispusieron las cosas de una determinada forma.

Es obvio que conseguir ganar todavía más a partir de la extrema rapidez de las decisiones de comprar y vender. El problema es que un objetivo legítimo, como el de ganar dinero, puede deslegitimarse si se apostilla con la expresión “a cualquier precio”. Y esta parece ser la razón última de lo ocurrido en la jornada de pánico bursatil del pasado 6 de mayo en Nueva York.

Pero los mercados no están locos, por mucho que lo pueda parecer en algunos momentos. Tampoco están en manos de irresponsables, como una vez explicó el economista Xavier Sala i Martín. En el peor de los casos, lo que ocurre es el corolario lógico de la sacralización de los mercados como algo bueno por naturaleza y que lo arregla todo con mayor eficiencia que el Estado. El problema, como hemos descubierto ahora, es que en nombre de tales principios se cometen innumerables desvergüenzas. Muchas de ellas al calor de una derecha que daba pátina ideológica al invento y/o estaba tan ocupada salvando al mundo que no vio lo que se nos venía encima (eso si es que miraba).

Dependencia y vulnerabilidad tecnológicas, problema ideológico... Sí, pero la auténtica pregunta que deberíamos plantearnos es quien se hizo de oro durante los momentos de pánico. Porque es obvio que hubo quien se hartó de comprar a precios reventados en los instantes de mayor desconcierto y que, luego, revendió llevándose un más que buen margen. Si Wall Street llegó a cayer un 10%, pero acabó cerrando con una caida de sólo un 3%... ¿Nos entienden, verdad?

No creemos que las conspiraciones sean la explicación de todo lo que ocurre. Pero como mínimo cabe decir que hay quien denota considerable habilidad para pescar en río vuelto. No es superfluo recordar que el error de teclado que dio origen al lío se vio aliñado por rumores sobre la quiebra práctica de la mayor parte de la banca europea. Que dichos rumores fueran disparatados no quita que su origen y propalación sean enormemente sospechosos.

Un problema añadido es que la única sacudida que los simples mortales podríamos dar a la situación, la electoral, está siendo ignorada en casi todo el mundo occidental, donde una marea conservadora está llevando al poder, o confirmando en él, a la derecha que sigue predicando que la solución está en hacer lo mismo que nos ha llevado hasta aquí. También hay que decir, sin embargo, que la izquierda no ofrece de momento mejor alternativa, sobre todo la de nuestros pagos.

dilluns, de maig 03, 2010

Pues sí, el Estado puede quebrar

Por si el caso de Islandia no había sido suficiente aviso, la grave situación por la que atraviesa Grecia nos confirma que, en contra de un axioma que parecía sagrado, el Estado sí puede quebrar. Podemos consolarnos pensando que eso sólo ocurre en dictaduras bananeras o en países de chiste. Pero está ocurriendo en Europa. En la cuna de la civilización occidental, por más señas.

Naturalmente, los antecedentes históricos remotos son lo de menos. Lo realmente significativo es que nadie vive de glorias pasadas y, quien más, quien menos, debe encarar presentes poco agradables y futuros más bien inciertos. Lo de Grecia, en última instancia, demuestra la debilidad de los sistemas políticos y económicos que el mundo occidental intenta exportar, a cañonazos en algunos casos, al resto del mundo.

Puede que no quepa calificar como quiebra la situación de Grecia. Pero en ese caso, es de plena aplicación el concepto de quiebra técnica. Ya saben, aquella situación equivalente a la quiebra, tal como se entiende normativamente al menos en los sitios serios, pero que no se materializa porque nadie la ha instado. Es ni más ni menos que lo que le ocurre al Estado griego, que simplemente no puede hacer frente a sus obligaciones financieras.

Todos los estados desarrollados han echado mano del recurso al endeudamiento para hacer frente a la crisis (unos más que otros, también hay que decirlo). No han encontrado otro recurso a la caída de ingresos fiscales y al incremento de los gastos sociales, uno y otro fenómenos provocados simultáneamente por la misma crisis.

Pero hay un problema añadido, fruto de cómo funciona el sistema. Cuanto más endeudado está un Estado, pueden alimentarse dudas sobre su capacidad para devolver lo que debe. En el mejor de los casos, significa que tiene que retribuir mejor esa deuda para que no pierda atractivo. Y como nos pasaría a cualquiera de nosotros, aunque creyéramos que al Estado no, cuando se estira el brazo más que la manga, uno puede verse abocado a no poder cumplir con los plazos de lo que debe.

También hay que decir que esto es una descripción teórica, por muy ajustada que esté a la realidad. Sin embargo, la verdad es algo más amplia. Algunos gobiernos pueden acabar en la bancarrota porque sobre la debilidad de sus finanzas planean una serie de grandes especuladores, dispuestos sacar tajada de la desgracia ajena. Hay que preguntarse si esa sensación de pánico que se percibe en los mercados no está alimentada precisamente por quienes más tienen que ganar gracias al miedo. 

Ya saben cómo funcionamos a veces: basta la simple posibilidad de que pase algo para que actuemos de principio a fin como si estuviera ocurriendo, aunque al final no acabe ocurriendo nada. Los mercados petrolíferos se ven afectados frecuentemente por circunstancias de este tipo. Una ligera crisis diplomática en Oriente Medio nos hace creer que el subministro de crudo podría reducirse. El precio, entonces, se encarece por aquello tan viejo de la oferta y la demanda. Después resulta que el petróleo fluye a los mismos raudales, pero el precio se mantiene alto por lo que pudiera pasar (que no pasa). Valdría la pena bajar la demanda ante uno de esos episodios, sólo para ver qué ocurre: es posible que no hubiera crisis diplomáticas o que estas duraran menos de cinco minutos.

Pero de la misma forma que estamos cautivos de nuestras necesidades energéticas, ¿cómo podríamos los simples mortales darle una buena sacudida a los mercados de deuda pública? Simplemente no podemos. Pueden, tal vez, esos bancos que reciben dinero del Estado, a título de salvar la debacle, y se lo vuelven a prestar a un interés superior. Es una de esas cosas que nos plantea si no saldría más a cuenta que los bancos fueran directamente propiedad del Estado. Como ocurre por cierto en países serios y de poco dudoso capitalismo, como Francia, Alemania o el Reino Unido.

Nos quedan otras dudas, claro. Por ejemplo, para quien trabajan realmente las llamadas agencias de calificación. Porque cuando menos nos resulta exhuberante que trabajen, como es el caso, para los gobiernos a los que están ayudando a hundir.

dijous, d’abril 22, 2010

Sociedades tecnológicas vulnerables

Un simple volcán, como lo calificó un diario madrileño, ha puesto en jaque el tráfico aéreo mundial, singularmente el europeo, durante más de una semana. El caso no es anecdótico en absoluto, ya que pone de manifiesto la extrema vulnerabilidad de unas sociedades modernas basadas cada día más en los avances tecnológicos.

Hay que reconocer que lo de las cenizas del volcán tiene su punto exótico. Pero el mal está muy extendido y basta con pararse a pensar en unos pocos ejemplos para darse cuenta de ello.

Basamos nuestra economía en producir donde sea barato (y consumir en cualquier otra parte), pero un temporal puede cortar el tráfico de unas autopistas y carreteras convertidas en arterias vitales para que todo funcione. Contamos con todo tipo de comodidades en nuestras casas, pero un corte de fluido eléctrico las convierte en cachivaches inútiles. Hemos creado sistemas de transporte que nos permiten ir prácticamente a todas partes, pero una huelga de un colectivo minoritario nos deja colgados en el rincón de mundo más inoportuno.

Hay paradojas sorprendentes de verdad. La informatización y automatización de algunos servicios se supone que debía servir para no depender del factor humano. Pero entonces estamos en manos de unos pocos técnicos que gestionan dichos sistemas. No es necesario que se declaren en huelga. Basta con unos cuantos casos de gripe.

Tenemos una dependencia absoluta de los subministros energéticos y de los conflictos laborales. Sin embargo, episodios como el del volcán islandés nos recuerda que también estamos en precario ante fenómenos naturales. Es muy dudoso que nuestra imprevisión ante tales situaciones se deba a la ignorancia. Más bien se debe a una idea algo difusa de que la excepcionalidad de determinadas circunstancias hace que resulte carísimo prevenirlas, o preferible atajarlas (mal, pero atajarlas) el día que se producen.

Pero si alguna lección cabe sacar de cuestiones como el cambio climático es que que lo que antes pasaba muy de tanto en tanto, ahora puede ocurrir en cualquier momento y con bastante frecuencia. Naturalmente, este planteamiento no puede obviar que existe una falta de inversión en las redes de las que tanto dependemos, que explica mucho más que el mal tiempo y otras zarandajas lo que realmente ocurre.

diumenge, d’abril 11, 2010

Borrachera para hoy, hambre para mañana

Unas multitudinarias fiestas “universitarias” en Salou y en Lloret ha puesto en crisis todos los buenos propósitos sobre los nuevos modelos turísticos con los que el sector debía ponerse al día. A la hora de la verdad, resulta que no le hacemos ascos al dinero que deja el turismo de borrachera. Y menos, al parecer, en tiempos de crisis.

Otra cosa es que queramos justificar el despropósito con toda la florida retórica que se nos ocurra. Estos días hemos leido incluso que las juergas que se corrían dichos “universitarios”, y lo que dan de hablar, eran una magnífica campaña publicitaria, de esas que no se pueden pagar con dinero. Tal aserto se basa en la idea de que nuestra industria turística es la que es, al menos de momento y por lo que parece para tiempo, y que necesita este tipo de eventos. ¿Qué mejor, pues, que darles la mejor respuesta posible para continuar atrayéndolos?

Hay otra forma de decirlo, claro. Un sector probablemente sobredimensionado sólo puede sobrevivir a base de captar públicos masivos y, si es necesario, de rebentar precios. Se trata de un círculo vicioso. Hoteles de dos o tres estrellas, con 500, 600 o 700 habitaciones y sin mayor atractivo que la playa y la sangría, sólo son viables a bajo coste. A la vez, con esa estructura de negocio hay que acceptar la cantidad y casi siempre reducir la calidad.

Es la misma cuerda que ata al sector a los grandes tour-operadores. Estos inmensos intermediarios imponen precios gracias a su capacidad de contratación. Una capacidad que les permite incluso fomentar unos destinos en detrimento de otros. Es muy posible que a los hoteleros, sobre todo a los del ejemplo del párrafo anterior, no les guste depender absolutamente de los tour-operadores. Pero sin ellos no van a ninguna parte.

El negocio funciona así y no querer cambiarlo no autoriza a justificaciones delirantes, incluidas en las que caen en el más absoluto de los ridículos. La publicidad del Saloufest (así se llamaba el acontecimiento) vendía deporte de día y “autodestrucción de noche”. Entre los supuestos deportes, había campeonatos de bebedores de sangría, uno de ellos bajo el agua. En todo caso, basta con ver las fotos de los festejos publicadas en los medios de comunicación. Que se trate de estudiantes universitarios sólo pone de manifiesto cual debe ser el nivel de las universidades que acogen a tales energúmenos (y la estupidez del autor del alegato), no la bondad del producto turístico.

Naturalmente, podría ser que el turismo de juerga fuera compatible con otros productos más sosegados. Pero si es así, no lo parece. Es más, la sensación que acaba transmitiéndose  es que las denominaciones de destino de turismo familiar, y otras marcas similares, son meras cortinas para tapar vergüenzas.

El sector turístico acusa la crisis, es verdad. Una parte muy importante de la economía y del empleo depende de su éxito, también es verdad. Pero que en nombre de tan nobles propósitos acabe colando cualquier cosa es un síntoma preocupante. La reconversión de este turismo mochilero y barato no es fácil, pero hay que recordar que se basa en un público de muy escasa fidelización, que el verano próximo se largará a otra parte donde tengan la sagacidad de vender la cerveza más barata. Admitiendo incluso que el ajuste puede ser duro, estamos ante una cuestión de opciones. La borrachera de hoy será sed para mañana.

divendres, de març 26, 2010

No ens poden demanar que a l'hospital hi entrem de genolls

La meva dona es va morir el passat 17 de juny, després d’un error mèdic a Urgències de l’Hospital del Vendrell. Van diagnosticar com una simple migranya el que era una hemorràgia cerebral. L’error va persistir al CAP de Calafell durant deu dies. El sistema no va reaccionar fins que ella va reingressar a Urgències pràcticament agonitzant.

No sabem si un diagnòstic encertat en el primer moment hauria significat alguna diferència. No obstant, vaig optar per no presentar cap denúncia, tot i l’error evident. Vaig desistir per tres motius. En primer lloc, perquè quan feia de periodista vaig cobrir la informació dels tribunals i sé que els judicis per negligència mèdica poden ser molt miserables. En segon, perquè, encara que haguéssim guanyat, a les meves filles no els tornaran a la seva mare i de diners no en volem. I tercer, per tenir una oportuntitat raonable de passar pàgina i començar de nou.

Però em vaig equivocar no queixant-me, que no és el mateix. He hagut de passar per un tràngol menor al mateix hospital per adonar-me’n. Hem arribat a una visita amb la filla petita amb 10 minuts d’antelació i jo he aprofitat per anar al lavabo. Quan he tornat dos o tres minuts després ens havien cridat (abans d’hora) i, com que “no hi érem”, ens ha corregut el torn i hem estat postergats unes quantes visites més endavant.

El greu no és la incidència horària (del tot anòmala, però perquè allò habitual és haver-se d’esperar 60 minuts o més sobre l’hora concertada), sinó la fatxenderia de la “professional” que ens atenia. Quan he fet notar que no es pot cridar els pacients abans d’hora, i “penalitzar-los” fent-los perdre el temps, m’ha despatxat agressivament dient que, si volia, presentés una queixa, però que les coses funcionen així. També s’ha negat a identificar-se perquè la queixa pugués presentar-se amb propietat.

Ja sé que no es pot comparar un cas que ha acabat amb una mort amb una incidència amb l’hora de la visita. Però saben què passa? Que la corda aguanta molt, però quan està prou tibada pot petar només que la toquin. I l’únic consol que de vegades ens queda a les persones més o menys sensibles és triar-nos els enemics. Sé que la queixa que he presentat no servirà absolutament per a res, però també penso que, jo que he callat tant, no me’n callaré cap més. Simplement, no em dóna la gana que se’m pixin a la cara.

El nostre sistema sanitari és posat sovint com a exemple modèlic de funcionament, però a mi m’ha causat una profunda decepció. Ara fa nou mesos, vaig constatar que aquest sistema era capaç d’abocar esforços i recursos sense cap límit quan ja no hi havia res a fer, penso que per mala consciència, després de regatejar les proves que haurien pogut marcar la diferència (si n’hi havia). Mai podré oblidar les paraules d’una altra gran “professional” que em va voler consolar, és un dir, argumentant que no es pot fer un TAC a cada persona que es queixa de mal de cap.

Hi ha persones a les quals no es pot atorgar el poder que dóna una bata blanca. No és un tema de coneixements tècnics, sinó d’actitud. Una altra trista constatació que he fet, però aquesta al llarg dels anys, és que hi ha certs professionals que treballen de cara al públic que es veuen amb cor de torejar-te si et queixes amb educació. Però amb els energumens, que criden i claven cops de puny a la taula, no gosen. És una covardia intolerable.

Jo no em podré perdonar mai no haver pressionat enèrgicament el sistema, en comptes de confiar-hi, quan la mare de les meves filles potser més em necessitava. Però una cosa és que jo no em perdoni a mi mateix, o que accepti que de vegades hi ha errors, per molt dolorós que sigui el resultat, i l’altra és que m’empassi que se’n riguin de mi.

Si a algú li pica aquest comentari, que s’hi posi fulles. Si a algú li sembla injust el que dic, que no m’expliqui històries, que jo en tinc unes quantes sobre la forma injusta en què funciona el sistema, i obtingudes per la via bèstia.

Fa més de 25 anys que em dedico al periodisme i a la comunicació i mai de la vida, ni tan sols en un espai d’opinió com aquest, he aprofitat per saldar comptes personals. Avui ho faig, amb el permís d’aquest rotatiu. I no per mi, que ja m’és igual. Jo, si més no, tinc la immensa sort de tenir recursos i mitjans per cantar la canya. Moltíssima gent no pot donar-se aquest luxe.


Publicat al setmanari El Tres de Vuit (26-3-2010)

dimarts, de març 16, 2010

Cuando llueve... (y 2)

Que miles de ciudadanos sigan sin luz más de una semana después de una tormenta es algo incomprensible en un país que se precia, no ya de estar en el primer mundo, sino de ser incluso la octava potencia económica mundial. Que la tormenta fuera excepcional (que lo fue, pero no tanto), tampoco resulta una excusa. Podemos llegar a entender un cierto grado de desorden durante las primeras horas. Pero una seña de eficacia es que los problemas no se produzcan, y que si se producen se resuelvan de forma razonable.

Una parte del problema, que no todo el problema, deriva del hecho de que una parte estratégica de los servicios públicos está en manos de empresas privadas. Pero no por el modelo privado en sí, sino por cómo se aplica por estos pagos y sobre todo por la absoluta dependencia de la exclusividad con que dichas empresas operan.

Un modelo que se basa en la obtención del máximo beneficio de la explotación de unas redes, al precio de no efectuar a penas inversiones y de realizar un mantenimiento cosmético. Los dividendos espectaculares de las eléctricas, en un sector que tiene tarifas reguladas (eufemismo para decir que estan limitadas), se explican básicamente así.

Luego, caen cuatro gotas (ni siquiera se necesita la tormenta del siglo) y la cosa falla estrepitosamente. Lo que hay que decir que es impresentable, pero a la vez plenamente coherente con el punto de partida. Es más, las cosas rozan esperpentos que darían risa si no fueran tan graves. Si se acuerdan del gran apagón de 2007 en la ciudad de Barcelona, recordarán que la caída de un cable provocó el incendio de una subestación no al lado o cerca de la avería, sino en la otra punta de la ciudad. Es decir, que las mallas que se supone que están para encajar las averías, en realidad las propagan. De broma, oigan.

Lo más sorprendente es que las mismas compañías que no invierten un euro en conservación o en mejoras están dispuestas a sufragar nuevas centrales nucleares y líneas de muy alta tensión. Proyectos que casi propovan perplejidad, dado que descartamos que, insuflando más electricidad a unas redes renqueantes, pretendan quemarlas. Pero es que estamos hablando de otro negocio, que nada tiene que ver con subministrar energía a los hogares o a las empresas. Economía transfronteriza, podríamos llamarlo.

Se preguntarán, claro, cómo es que la Administración tolera la situación. Pero qué quieren que hagan. El Estado ha conseguido funcionar con holguras durante unos años, e incluso presumir de superávit presupuestario, gracias a la caja que hizo con las privatizaciones de monopolios públicos. Algunos todavía pasan por gestores eficaces por el rédito de aquellas ventas.

Pero además, por poco que se tire el hilo, todas estas empresas acaban siendo propiedad de bancos y cajas. Es decir de las mismas entidades que les financian las campañas electorales a todos los partidos, o que les cubren las emisiones de deuda pública y la tesorería a los gobiernos de turno. Sus “enfrentamientos”, cuando los hay, son de cara a la galería y procurando no hacerse daño. Acuérdense de la “histórica” multa a la central nuclear de Ascó por hechos de gran gravedad y mayor irresponsabilidad: no recordaremos el importe de la multa y los beneficios de las operadoras para no pasar más vergüenza.

El colofón lógico de todo ello es que cuando se produce el apagón, el presidente de la Generalitat se va a Endesa a pedir explicaciones. Muy educadamente, cabe suponer. En un país normal, el presidente convoca a la eléctrica a la sede del gobierno y allí da los puñetazos que haga falta encima de la mesa. ¿Qué ocurrió aquí? Pues que tenemos gobiernos que, ante el desastre que no han sido capaces de prever ni son capaces de resolver, intentan dar la imprensión de que están al pie del cañón. El problema es que la foto no significa resolver el problema. Todo lo contrario. El presidente de la Generalitat logró la foto que buscaba (él o sus sagaces asesores), pero en el mismo acto se lo torearon.

dimecres, de març 10, 2010

Cuando llueve...

Da lo mismo que llueva, nieve o sople  el viento. O que se declare un incendio. Cuando se ponen a prueba los recursos con que cuenta nuestra sociedad para afrontar una emergencia, o las inclemencias del tiempo, acostumbran  a fallar estrepitosamente. No se necesita ni siquiera un tornado o la tormenta   del siglo. Con cuatro gotas basta para quedarnos con las vergüenzas al aire.

Y no es difícil diagnosticar qué ocurre. Que se trata, lisa y llanamente, de imprevisión. Imprevisión en el largo    plazo, con medios que siempre son insuficientes a la hora de la verdad. Y  en el corto, porque los avisos nunca  surten efecto, aunque se den con suficiente antelación (al menos, con la misma antelación de los países donde estos problemas no se producen).

Hay razones de idiosincrasia que ayudan a entenderlo. Basta con ver como peores temporales pasan cada inadvertidos en latitudes con una meteorología menos clemente que la nuestra. Decir que están acostumbrados es el recurso más fácil. Sin embargo, la auténtica diferencia no está en que algunos países tengan peor tiempo de forma habitual, sino   que pertenezcan a la categoría de los países serios o a la de los países decorativos. Dicho de otra forma: la diferencia entre Suecia y nosotros es  que, como decía Josep Pla, aquí hay   más bien pocos  suecos.

Pero lo que sí ocurre es que los errores en materia de protección civil se repiten incidencia tras incidencia. Otra cosa es que los responsables (por llamarles de alguna forma) se empeñen en capear como puedan la indignación ciudadana, en lugar de aportar soluciones de verdad. Ya saben, esa fea manía de los políticos, de “arreglar” los problemas a base de palabras. Pero como el enfado ciudadano llega a extremos, por mero cansancio, tienen que esforzarse mucho para poder justificar su incapacidad.

El tratamiento mediático que los gobiernos han dado a la crisis les ha facilitado algún argumento. Ya saben. La cosa no era previsible. O si lo era, no podía preverse en todo su alcance. El problema radica en que, por mera terminología, la excepción no puede producirse una vez tras otra. Y el pretexto, naturalmente, acaba no colando.

La segunda línea de defensa que están intentando en las últimas emergencias es buscar culpables ajenos. Como reza el proverbio, el éxito tiene muchos padres y madres, pero el fracaso es huérfano. La aplicación más pintoresca de esta forma de actuar son las acusaciones a los servicios meteorológicos, como si pertenecieran  a alguna civilización extraterrestre en lugar de a los propios gobiernos que les atacan. No es como en ciertas dictaduras de charlotada,  donde igual a la lluvia la fusilan, pero poco le falta.

Pero nuestros políticos no pueden mantener la boca cerrada más de cinco minutos. Por eso, cuando quedan desbordados por los hechos, pierden   por completo el norte y acaban tildando a los ciudadanos de irresponsables por no quedarse en casa. Hay que pellizcarse cuando se oye al alcalde de Barcelona hablando en estos términos de la última nevada en su ciudad. Ya ven, qué vicio más feo querer ir a trabajar.