dimecres, de juny 16, 2010

Aniversario infeliz

Se han cumplido estos días 25 años de la firma del tratado de adhesión de España a la Unión Europea. Es imposible entender la actual España sin ese cuarto de siglo de estabilidad y prosperidad, por mucho que hoy una grave crisis amargue las posibles celebraciones.

Hasta Franco pidió entrar en el entonces Mercado Común Europeo. Fue en 1962, el mismo año del llamado “contubernio de Munich”. Es decir, que tan malo no debía ser el invento cuando hasta la dictadura supo ver dónde estaba el futuro. Pero como es normal, aquel régimen no tenía posibilidad alguna, aunque en 1973 se firmara un acuerdo comercial.

La adhesión llegaría ocho años después de las primeras elecciones libres y tras unos cuantos sustos involucionistas, algunos de ellos de gravedad manifiesta. Pero el enganche a Europa consolidó definitivamente una democracia que estaba poco menos que en el jardín de infancia. Cuando criticamos lo poco que nos motivan las instituciones europeas, y con razón por cierto, no deberíamos olvidar de dónde venimos y el bien que nos han hecho ciertas cosas.

Tampoco deberíamos quedarnos únicamente con lo que han significado los fondos de cohesión. Ciertamente, la gran transformación de las infraestructuras españolas (mal repartida en algunos casos) llegó de su mano. Pero el auténtico milagro llegó con el euro. Y más que con el euro, con la disciplina económica a que obligó, que consiguió romper el principal mal de la economía española: un cuello de botella en el que la expansión acarraeba inflación, la cual a su vez hacía perder competitividad.

Atrás han quedado los años en què para combatir la inflación y defender la peseta, el Banco de España elevaba los tipos de interés, lo que yugulaba la actividad. Y al final, habia que devaluar. Un círculo vicioso que todos quienes tengan cierta edad recordarán por unos tipos de interés del 17%, del 18% e incluso más. En cambio, la política monetaria centralizada en el Banco Central Europeo, a partir de la inflación media europea y no la de cada país, ha conseguido durante años un marco estable de tipos bajos y prosperidad.

La actual crisis nos ha hecho dar cuenta de que aquello tenía parte de ficticio. Aunque la inflación y los tipos (estos últimos, pese a su repunte) están lejísimos de lo que eran hace 25 años, por el camino hemos perdido competitividad. Y el recurso de devaluar quedó definitivamente archivado.

Es un problema común al resto de países del euro. Y un problema al que estamos atrapados sin remedio. No podemos plantearnos abandonar la divisa única para retormar políticas monetarias estatales, y devaluar, sin romper definitivamente la confianza en nuestra deuda pública. ¿Podría España ser expulsada del euro? La posibilidad es meramente teórica. En ese supuesto, cabría expulsar a otra media docena de países, pero una sola expulsión sería un desastre irreparable para toda la Unión Europea.

Y un problema añadido es la falta de consolidación política de la Unión Europea. Decía el exsecretario de Estado norteamericano Henry Kissinger que, cuando quería hablar con Europa, no sabía a quien llamar. Ingeniosidades a parte, esa es precisamente la cuestión. Estados Unidos tiene el doble de déficit público que la media europea, pero nadie duda de su deuda. En Europa, no existe la misma percepción de que un Estado fuerte está tras esa deuda. Todo lo contrario: lo que hay es un galimatías de estados, una parte de los cuales resulta que miente sobre sus cuentas, otra insiste en que no pasa nada y otra paga rescates, con manifiesta desgana, para evitar que el desastre se convierta en catástrofe.

Hay que tomar medidas antipáticas e impopulares, como las del recortazo, y otras que tal vez vendrán. No queda otro remedio para evitar males mayores. Y hay que reconocer que el ajuste es más duro por el euro, de ahi que tal vez Europa nos pueda parecer a veces un mal negocio. Pero sería un error trasladar toda la culpa a la misma Europa de la que tanto nos hemos beneficiado. Es más, cabe preguntarse como estaríamos ahora sin Europa. No lo duden: mucho peor.

dilluns, de juny 07, 2010

No paran de improvisar, pero al menos se curran las excusas

¿Improvisa el gobierno de Zapatero? Pues sí, hay que decir que en realidad no hace otra cosa que improvisar. Continuamente. A todas horas. Pero algo hay que reconocerle: como mínimo se curra las excusas, le pone imaginación. El episodio de ida y vuelta de los créditos de los ayuntamientos no lo puede dejar más claro.

El Boletín Oficial del Estado publica que los ayuntamientos no podrán concertar endeudamiento a largo plazo hasta el 1 de enero de 2012. Es la primera noticia de un real decreto que no ha aparecido en la reseña del consejo de ministros ni en comunicado alguno del ministerio correspondiente. Como todo acto que aparece en el BOE, entrará en vigor al dia siguiente de la publicación.

¿Qué ocurre entonces? Que los ayuntamientos comienzan a centenares a convocar plenos extraordinarios y urgentes para concertar préstamos en las horas que les quedan antes de la entra en vigor de la “ley seca”. Lo de hecha la ley, hecha la trampa, pero dentro de la más estricta legalidad. Dicho de otra forma, una charlotada inmensa, propia de un país bananero. Esta consideración nada tiene que ver con las insuficiencias de la financiación local, ni con la decisión del gobierno, que entra dentro de lo que podría considerarse razonable para reducir un déficit público galopante, por poco que se hubiera hecho y explicado bien. Es simplemente un espectáculo para caerse de la silla.

¿Qué ocurre a continuación? Que prisas aparte, los ayuntamientos ponen el grito en el cielo. Puede que los municipios tengan el bolsillo roto, como la derecha mediática ha tomado por costumbre acusarles. No lo es menos que se les pide mucho más de lo que exige la ley y que, en lo tocante a recursos económicos, se les deja a la buena de Dios. Es más, la caída de ingresos fiscales castiga de forma especial a los Ayuntamientos.

Pero también falta menos de un año para las elecciones municipales y no pocos alcaldes no ven claro su futuro. Con balances de gobierno esmirriados en general, y resintiéndose los socialistas del malestar contra Zapatero, el cierre del grifo, que impediría el “empujón final” con que algunos intentarán el milagro, dispara las alarmas. Y el propio PSOE se da cuenta de que, por si no lo tenía suficientemente magro, se juega los ayuntamientos (al menos, los que le quedan).

Hay que echar marcha atrás. El gobierno no se baja completamente del burro. Simplemente, aplaza la medida al próximo 1 de enero. Zapatero tampoco tiene mucho margen. El decreto-ley debe ser convalidado parlamentariamente y corre el riesgo de verlo revocado. Pero en política jamás se rectifica ni se reconocen los errores. Por eso, como quien no quiere la cosa, publican una “corrección” en el BOE. Hasta la palabra parece elegida para evitar el mal rollo.

Nadie aludió a los duendes de imprenta. Pero todo se andará, si hay que echar mano del recurso en alguna otra ocasión. Lo que decíamos, imaginación para justificarse no le falta al gobierno. Curiosamente, Zapatero decía hace unos días que los recortes y su nueva política ante la crisis no eran un bandazo. Pero dado que el gobierno no para de dar bandazos, cabe preguntar de qué hablaba Zapatero. Es la pregunta obvia: si no son bandazos, qué son entonces.